Levántate y anda

miércoles, 23 de junio de 2010

UNWONDERFUL STORIES




Va en inglés, con el tiempo la traduciré para mi locatario

Un-wonderful stories in the near future
Hernán Vanoli’s first collection of short stories is a disturbing, fascinating book

Sigmund Freud defined the uncanny (also known by its German word Unheimliche, which literally translates as “unhomely”) as something that can be familiar yet foreign at the same time, and therefore feels uncomfortably strange. Adolfo Bioy Casares and Jorge Luis Borges, in Argentina, practiced a branch of fantastic literature based on one, and one alone, fantastic or supernatural element thrown in the middle of an otherwise fully realistic plot. The four tales Hernán Vanoli gathers in Varadero y Habana maravillosa do not hail back to that tradition, but they do share this basic tenet: nothing can be as deeply unsettling as the world as we know it, yet different.

Vanoli could, if pushed for a label, be termed a science-fiction writer, but of the kind that happens fifteen minutes into the future and which sets itself as a twisted mirror on reality. This mirror shows us an unhomely image that varies from our own in subtle yet powerful ways (something added here, a little distortion there) that do nothing but portray it more accurately in all its gory shades. Moreover, this variation is taken for granted and understated, something that is in the air and seething below the surface but which the narrative never displays or disects.

Take the opening story, Funeral gitano: someone dies in a poor barrio, and a friend honours his wish for a Gypsy burial, a merry celebration. The backdrop is dire: poverty, but also a disease that poor people carry and the political and social organizations they have formed around their condition and the aid stingily doled out by the State, every bit like picket groups, fighting and negotiating with power in the same ways. It is a harsh life, with rough people and grim deeds, and the story unfolds in a downward spiral that spares no horrors. Bleak land.

Or the title story, where a tour of Cuba is accompanied by vaccinations, permissions and the necessary medication for the one place in the world where primitive food and “friction sex” are available: there, a young girl will find the truth of a friend’s former Caribbean beau and be treated to some bizarre visuals of her parents behind closed doors thousands of miles from home. Or the sinister glimpses of something very dark in the smuggling mules of Eugenia volvió a casa. Or Castores, the nouvelle that takes up the second half of the book and which plays on the “socially aware tourism” of European scholarship kids slumming it as they record documentaries of Third World social struggle during a strike in Patagonia, as seen through the eyes of the locals who set up the tour as a way of taking as much money off their pockets as possible.

Throughout the book, something is always itching and whispering threatening yet undistinct words from a spot we cannot quite place, let alone reach. There are always missing pieces to the puzzle, a gap at the core of the story that is not explained, not even hinted at. Unlike the worldbuilding techniques of conventional sci-fi, bent on presenting coherent, rock-solid worlds, the open ends are everything here. This tantalizing suggestion of the dark, this careful management of (mis)information, is Vanoli’s most daring and rewarding trait, and makes the stories profoundly unsettling: that, and the fact that they strike so close to home, that their tone is spot-on, that the characters and plots are like so many kicks in the teeth. Every sentence strikes the nail square on the head, every element builds the story, every story is a powerful statement.

Besides gritty and hardhitting, these stories are truly and powerfully political: no explicit references or commentary (plenty of that at Vanoli’s blogs, www.elvolquete.blogspot.com and www.lamaquiladora.blogspot.com), but a texture of reality that is imbricated with a social fibre, the presence of political struggle in its everyday dimension. Like the transformations on reality, this political reading is so organic to the stories that it does not even need stating: no manifestos but a point is made; no epics, but that makes it epic.

So far, Hernán Vanoli was available as a name in collective short story anthologies: in his first solo flight, he proves a rigorous, original, uncompromising writer with an unmistakeable voice. At 30, that’s saying something.

Pablo Toledo
Publicado el 23/6/2010 en The Buenos Aires Herald

jueves, 10 de junio de 2010

NO RESPONDERÁS LAS RESEÑAS



Así podría titularse uno de los mandamientos del pantanito literario. Pero uno es débil, la carne y los dedos son débiles. Es así. Tan barato responder, quince minutos, tan fácil cuando te la dejan así, servidita, adobada, mansa en la línea de gol, lo difícil es resistirse. Además, la reseña que voy a comentar hace algunos planteos interesantes. Porque se trata de eso ¿no? Debatir, aprender del otro, fijarse desde qué lugar leemos.


No responderás las reseñas.


Honrarás padre y madre, obedecerás a tu sabio gurú espiritual, construirás tu caminito, dictarás talleres literarios en Palermo.


No gastarás tu minusválida pólvora en chimangos.


Tu tiempo vale, brother.


No perderás los quince minutos que lleva escribir la respuesta a una columnita escondida en la punta de una revista blanda, aburrida, excluyente. Porque sí, a eso lo sabemos todos, la Inrocks tiene mucho de sucursal rubia del progresismo blanco, de criadero de pichones de Lopérfido. Igual también hay notas que están bárbaras, buenísimas. Por teléfono me dijeron que hay una sobre el Exile on Main Street que está re buena, me lo contó un amigo, que todos los meses se compra la revista, se la aprende de memoria mi amigo, le gustan las bandas, altas bandas en la Inrocks me dice, buenísimas. Lástima que nunca coincidimos, che, justo mi disco favorito de los stones es el Beggars Banquet, ¿te acordás de ese? El que trae street fighting man.


¿Desde dónde leemos?


En la revista Planta, lugar de origen de Dami, leemos desde el marxismo de torre de marfil, eso está claro. Muy buenos ensayos sobre poesía. Y está bien, muy bien que sea así, que hayamos ido al Buenos Aires, qué buen Colegio loco, enseña "Edu" Rinesi con su barba y todo, está bien leer desde ahí por más que nos cueste cuando los libros vienen de gente amiga, porque cuesta pero hay que hacerlo, hay que leer, hay que discutir, aunque no hay que sacar los pies del plato, eso no. Hay que alinearse, hay que vivir en las tensiones, disfrutemos esto, somos jóvenes, nos falta tomar Toddy todavía. ¿Qué hubiera pasado si lo que leemos hubiera salido por alguna editorial amiga? Nadie lo sabe y no importa, es una hipótesis irrelevante. La amistad es de las mejores cosas que tiene la literatura, ¿quién no bancó a un amigo? ¿quién? Está perfecto, hay que tener amigos, hay que regalar amor, como dicen los chicos de Planta, desde la torre de marfil acá nomás, en la placita de Palermo. Cuando nos conviene, la sutileza está bien, está rebien, pero cuando no, cerremos filas. A veces hay que ser cobarde, lo dice la filosofía política. Otras veces no, ¿no?


No responderás las reseñas, eso nunca, jamás de los jamases.


Ni harás estos comentarios de la Inrocks, que son buena onda, bancan a la poesía, leen editoriales independientes, vieja, y qué nos importa que estén fumigados contra cualquier cosa que tenga un mínimo tufillo a popular, que nombren a Joyce en todas las notas, ¡a Joyce!, eso sí que es literatura. Y Borges a full, que nunca nos falta Borges, que además es argentino. Li-te-ra-tu-ra, y no sociología. Sociología es lo que hacía el gordo Lanata creo, ese que aparece en el medio de la revista, tan canchero el gordo, en una publicidad de ropa, se lo ve bien al gordo. Cucurto no, Eloísa Cartonera no, un libro sobre la precarización laboral de los jóvenes tampoco, che. Eso no es literatura, falla el estilo.


Pero no nos dispersemos y vayamos a los argumentos, busquemos los argumentos con solidaridad, porque sabemos que es difícil, tan difícil decir algo en 3000 caracteres, ¡un bardo! En la facultad nos pedían monografías de doce páginas, de quince, de veinte, y ahora viene Lopérfido y nos pide 3000 caracteres, y para colmo con espacios. Un garrón, la vida es así. No perdamos más tiempo y vayamos a las objeciones, dale, que queda poco tiempo, tu tiempo, que vale. Un poco menos que el centímetro cuadrado en la Revista Inrockuptibles, pero vale. Vayamos a las objeciones; a lo “interesante” lo dejamos para otra vuelta, siempre hay otra vuelta, somos jóvenes, nos gusta el Toddy.


1) “El realismo está entendido en los términos planteados por la “nueva narrativa argentina”: pocas acciones, poco estilo, poca intensidad y poco sexo”.


Esta parte está buena. Lástima lo de la intensidad, que se hace un poco abstracto. ¿La “nueva narrativa argentina” tiene pocas acciones, poco estilo y poco sexo? ¿Tiene mucha política? Yo más bien le veo muchas acciones, bastante sexo y poca política. Pero bueno, son impresiones, porque primero tendríamos que saber de qué estamos hablando. Sobre el estilo no, mejor no hablemos, dejémoselo a los puristas de torre de marfil, a los marxianos de Marte, a los chicos obedientes de la carrera de letras. Nosotros seamos plebeyos. Siempre.


2) “Vanoli usa elementos futuristas o fantásticos para aderezar el realismo anterior y no para superarlo”


Estoy de acuerdo, siempre y cuando definamos que sería “aderezo” y que sería “superación”. ¿Superación será el estilo? ¿Se pensará que “singularizando” el estilo se “singulariza” el pensamiento sobre lo social? Esa idea me gusta, la verdad. Anoto, brother, acá estamos para aprender colectivamente, ¿la web no era eso? ¿Ah no? Bueno, no importa. Aunque supongo que los campeones del determinismo económico no pensarán que un estilo “singular” –me suena medio arbitrario el concepto, pero sigamos- de por sí produce un pensamiento singular sobre lo social, eso seguro que no. Si es así retrocedemos diez casilleros, mil. Primero porque estilo no va separado del resto –el uso de estilo como coartada empieza a sonarme como una especie de peaje elitista, pero sigamos-, y segundo porque alguna vez el reseñista acusó (con algo de razón) a una escritora de no promover la revolución en sus escritos. ¿El estilo promueve la revolución? Esperá que me río un rato, con la risita alienada de un comentarista de blogs. Me suena que estás leyendo desde una perspectiva modernista regresiva.


3) “La tercera, que no encara de frente las escenas de abyección o violencia, sino que las liquida con un par de frases elípticas”


Muchas lecturas que recibí me agradecían esa “elusión de la abyección y la violencia”, pero yo estoy más a favor de esta posición. Emocionalmente me gusta más que se reclame abyección en la escritura (algo así hay en el tercer cuento y no son un par de frases, pero no importa, ¡son 3000 caracteres!, y además la reseña se paga poco, mala leche seguro no es). Racionalmente, diría que la idea de competir con las pornonarraciones domésticas es un poco banal desde Lamborghini hasta acá. Pero igual es para pensar, ¿qué estamos haciendo sino?


Hay dos frases del final, porque ya me estoy cansando y voy como 20 minutos escribiendo. Una dice que la “crítica” hecha por Damiancito referida a que se escribe sobre subjetividades post 2001 puede parecer descolocada. ¡Nada que ver! Es re ubicada, híper colocada, como toda la reseña. Al menos ahí hay una hipótesis de lectura sobre la supuesta “singularidad” del libro, pero se acababa el espacio, brother, la vida no es fácil y vivir de la literatura menos.


La otra expresa el desprecio de todo chico de letras hacia los estudiantes de sociales, un desprecio que incluso logra que muchos estudiantes de sociales posen de chicos de letras. La disyuntiva, a mí, me produce ternura, aunque es cierto que hay sensibilidades y tradiciones. Muchos de mis escritores favoritos de mi generación son de letras –no así los críticos-. Selci dice: “lo que se termina imponiendo es el repertorio que dejó la sociología de las últimas décadas”. Tampoco me resulta claro qué habrá leído Damiancito de sociología, todo me hace pensar que poco y ningún clásico salvo su amado Marx, pero a esa última frase yo la leo como un elogio desmesurado, solitario y final.


Así que, como digo siempre, gracias por leer y nos estamos viendo!


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