Levántate y anda

viernes, 21 de noviembre de 2008

La basurización


Una apostilla sobre política cultural: en vez de hacer del FILBA algo más extenso y de diseminarlo por la ciudad, el Gobierno de la Ciudad invierte cifras siderales en campañas como esa de la gente que hace deporte metiendo basura en los tachos. Campañas que, leídas como discursos sobre la moral e higiene públicas, dejan sin embargo una estela de resonancias que estamos tentados de, al menos, mencionar. Que el único proyecto colectivo dotador de ciudadanía enunciado por el Gobierno de la Ciudad sea el de meter basura en los tachos es una especie de fallido sobre la basurización de la ciudadanía política, donde el “hacer Buenos Aires”, esto es, el tapar baches, no llega a tapar el bache de la falta de imaginación de un proyecto político que piensa a la cultura como algo residual pese a contratar a Fogwill (el padre, no el hijo publicista) como ilustre asesor, seguramente muy bien remunerado. La noche de los museos, una iniciativa bastante border que bien podría desaparecer sin que lo lamentásemos demasiado, tuvo este fin de semana su versión más deslucida, fogoneada por la falta de recursos. La basurización llegó a tal punto que el Gobierno les “hacía un favor” a aquellos que presentaban sus intervenciones en los museos cediéndoles el espacio, sin la posibilidad siquiera de mencionar la chance no de pago, sino del mínimo apoyo logístico.
Esto se inscribe en la idea de que la cultura es sólo y exclusivamente generadora de recursos. El engranaje de la cultura, entonces, viene a soliventar la máquina del turismo, el gran generador de recursos por excelencia, que sufrió la espantosa desgracia de que a la hija de Bush le robaran la cartera cuando hippeaba por San Telmo.
Pero, al menos, Mauricio no pierde el tiempo. El otro día, Volquer se encontraba cenando en un exclusivo restó del barrio de Recoleta, negociando los derechos de una novela, Pinamar, con su misterioso autor, que por el momento se niega a publicarla por miedo a las repercusiones inmediatas provienientes no sólo de su entorno social y familiar, sino del misérrimo campillo cultural de Buenos Aires. En la otra mesa, la nueva novia de este joven narrador de la joven guardia y la NNA y la NBA y las FFAA vigilaba las negociaciones junto a una amiga. A mitad de la noche, nuestro Jefe de Gobierno ingresó al local, acompañado de su joven pareja y de sus guardaespaldas. Cuando la pareja del Chief Macri fue a empolvarse la nariz al tocador, el valeroso guardaespaldas se acercó a la novia del joven escritor argentino autor de Pinamar y le entregó la tarjeta personal de su patrón: "Dice Mauricio que cuando quieras lo llames".
Volquer tomaba notas, con minucia. Sabía que, a diferencia de otras falluteces que se publican por ahí, esto es absolutamente cierto.
"Al menos el Jefe no pierde el tiempo", pensó.
Afortunadamente, el autor y novio de la señorita en cuestión se enteró de esta singular y patriótica movida una vez que Mauricio se había retirado, triunfal, del establecimiento. Afortunadamente, decimos, porque el muchacho en cuestión sufrió de un terrible ataque de ira. Rompió vasos y arrojó manteles al suelo, y salió a la calle bajo del grito de que iba a matar a nuestro Jefe. Desencajado, terminó salivando contra un impertérrito semáforo.
Volquer intentó consolarlo, tras desairar al minúsculo empleado que pretendía cobrarle los gastos. "No seas moralista, che. Que esta belleza, digo, que tu novia sea más chica que las hijas de Mauricio no significa nada. Yo que vos me preocuparía en que no lo llame".

martes, 18 de noviembre de 2008

Antitwitter



Leido en Diario Popular cuando viajaba en el colectivo línea 92:

Muere de rabia en Abasto perro traido de Bolivia


Leido en Literatura Argentina y (realidad) política, colectivo línea 110:

Corresponde preguntar también, en esa secuencia de cosas, si Walsh, con los rasgos artesanales de su producción, representa una suerte de cristianismo primitivo dentro de este linaje periodístico, ¿Verbitsky, acaso, representa la institucionalización correspondiente al catolicismo?


De pronto lo veo claro. Huida del mundo, aceptación del mundo, transformación del mundo. Escritores confucianos y escritores zoroastros, la santa prostitución del alma. Una idea que, por el momento, quedará estancada.

lunes, 17 de noviembre de 2008

Crónica de un happening. Sobre La Beca.


1.
Mientras tomábamos una Brahma un poco tibia en la plaza Houssay, le comentaba a mi amigo Joaquín que desconfío de las performances, los happenings y el arte conceptual. A unos pocos metros, unos pibes jugaban un seis contra seis en medio del cemento, los arcos hechos con ropa y mochilas. Tenía ganas de ir a jugar con ellos, pero sin embargo hablaba. Mis argumentos eran que si hace unas cuantas décadas ese tipo de arte podía ser inscripto como un gesto innovador, hoy me parecía un poco agotado. No podía dejar de ver que el antiguo anhelo de romper las barreras espectador / artista generando un hecho político, había fracasado históricamente, y que no me parecía que las comunidades que se generan en un happening, siempre evanescentes, transformen un estado de cosas que vaya más allá de la instantaneidad de su numerito. Un poco pesado, atragantado con mis propias palabras, insistía con que cuando el arte conceptual se convierte en un diálogo entre entendidos, sin posibilidad de trascender las microafinidades que al mismo tiempo lo catalogan y consagran, pierde potencia en términos sociales, por más amistades y micropolíticas que produzca.

- No, le dije a Joaquín, esto de la vanguardia es cualquiera. Ya fue.

Con todas estas “prenociones” fui a ver el happening ¿Querés una beca? Chupame un huevo, organizado por Gustavo Moscona. A Moscona lo conocía sólo de nombre.

2.
A medida que pasaba el tiempo nos fue ganando la ansiedad y decidimos ir. Éramos unos cuantos, y el plan consistía en irnos rápido si nos aburríamos. Comprar más cerveza, volver a la plaza o ir al bar de la facultad. Otra opción era ir el FILBA. Viernes a la tarde. La ansiedad de un viernes a la tarde.

3.
Hay que decirlo: apenas entramos al aula y vimos que estaba llena, hubo algo que cambió. Empecé a sentir que iba a pasar algo importante. No teníamos lugar para sentarnos, y fuimos a parar al suelo, justo a un costado del escritorio que formaba parte del decorado del happening. Nos repartieron globos que inflamos y explotaban de sólo tocarlos. Corridas, preparativos, bastante expectativa. Pero lo que pasó después supero todo. Lo que vino después pasó por encima a todas las expectativas porque el happening fue un verdadero acontecimiento político cultural. En este sentido, la cantidad de gente no es un hecho menor. Sabemos que la significación social de cualquier hecho artístico se transforma dependiendo de su contexto de recepción y de su circulación social. Y el aula Kosteki-Santillán era una fiesta. Antes de que empezara el happening era una fiesta, antes de que se inflaran los globos. La energía, la seriedad no solemne con la que nos recibieron y se movían los chicos que participaron de la organización, los actores, los performers, los artistas, generó un clima muy especial.

- Grosso, eh. Menos mal que vinimos. ¿Compramos una birra?

4.
Desde el principio, desde el título, Gustavo Moscona, la gente de sociología contraataca y los muchos que pusieron el cuerpo para que la cosa funcionara nos lo habían advertido: esto no es un happening, esto es la beca. La beca. ¿Pero qué es la beca? ¿Un régimen de vida? ¿Una salida laboral? ¿Un premio? ¿Un sistema de exclusión? ¿Una metáfora sobre la producción de conocimiento en nuestro país? ¿Una forma de canalizar –y mutilar- la líbido política retirándola de lo colectivo para remunerarla en lo individual? ¿Un happening? ¿La beca como un happening donde se escenifica una producción de conocimiento inútil? Si entre muchos otros, hubo un hilo capaz de conducir la superposición de situaciones que se escenificaron a lo largo de las casi dos horas que duró ¿Querés una beca? Chupame un huevo, ese hilo fue la voluntad de que la pregunta por la beca se politizara, y, al mismo tiempo, invitara a pensar toda la serie de oposiciones y de situaciones que se configuran en torno a la beca y a la vida universitaria.

Todo esto, en un contexto particular, en una facultad, la de Sociología, que no puede dejar de interrogarse sobre el destino y la productividad política de las becas, y sobre todo el tejido de relaciones sociales que estas organizan. Un tejido de solipsismos que prefigura la continuidad del neoliberalismo a la hora de producir saberes.

5.
A mí, que tengo una beca, la pregunta me movilizó. A muchos de mis amigos, que tienen o van a postularse a una beca, también. Aunque quizás a cada uno de manera diferente. Que la pregunta por la beca se politizara, decíamos. Que tuviera un arraigo local, específico, en la carrera de sociología, en la facultad de sociales de la UBA. Eso es politizar. Hubo algo de catarsis en el happening. El hecho de que el tema elegido fuese justamente la beca consiguió que ahí adentro, en el aula Kosteki-Santillán, se activara un trauma colectivo. Catarsis interrumpida, entonces, porque lo que quedó flotando en el aire cuando todo terminó fueron los vapores del hagamos algo más con el agradecimiento que generó el amor que habían puesto en el happening todos los que participaron.
Pero decíamos también oposiciones y situaciones. Tomemos nota de algunas de las que llegué a anotar en el anverso del volante de una agrupación:

a) Las chicas, las modelos, y la exposición de las becas como algo fashion: las becas como objeto de deseo. Esto, confrontado a la repetición de consignas políticas, muchas veces anacrónicas o vacías por parte de las modelos. Ganar una beca, gritar en el vacío. Consignas políticas que se gritan en el vacío. Una serie posible. Porque a la beca hay que seducirla, conquistarla. Requiere todo un arsenal de estrategias de seducción, que se inician con el director de beca. Becas y carisma, también, en la primera parte, donde el evaluador recibía los proyectos. Se sabe: lo que define, muchas veces, es el director.

b) El deseo que canalizan las becas pudo sentirse también en otros momentos: desde el becario acosado sexualmente por la directora, hasta la genial pareja de Moscona y su novia, que discutían en videoconferencia. Él, en Europa, en el frío de Europa, le propone una pareja abierta, a ella que no sólo tiene que trabajar en Buenos Aires vinculada a rubros que no tienen nada que ver con su formación, sino que, en la perspectiva del becario, le debe todo porque “él la formó”. La liberación final a través del baile, en oposición a los cuerpos inmóviles de los becarios.

c) La beca y el espacio. Las becas son de la ciudad, de Buenos Aires, y no llegan al Conourbano. ¿Qué porcentaje de los becarios de Sociales vive en el Conourbano? ¿Qué porcentaje de los becarios asistió a colegios de elite, principalmente el Carlos Pellegrini o el Nacional Buenos Aires? Las becas como un sistema de confirmación académica de la segregación urbana. Becas y disciplina.

Podría haber muchos más, pero esto sería demasiado largo. La presencia, por ejemplo, del cuerpo popular real, del sujeto real de La Matanza, al que se lo estudia incluso cuando coge. Toda la diversión y la tensión juguetona que generaba el espiral entre paródico y de denuncia del resto de los fragmentos, se resignificaba con las apariciones del pibe que hizo dos reclamos puntuales. Primero un reclamo de sinceridad: cuando roba a los docentes, estos tienen que decir lo que piensan: “Hay que meter bala en la villa, no se puede más con estos negros de mierda”. Segundo, un reclamo de autoanálisis: en lugar de preocuparse tanto por cómo cojo, miren lo que hacen ustedes. Pregúntense por la beca.

En este sentido, fue tal la incomodidad que generaban estas irrupciones, que se las intentaba neutralizar con el aplauso. Le dije a Joaquín:

- Mirá como aplauden, boludo. Se ponen nerviosos.

Yo estaba nervioso.

6.
La contraparte de estas irrupciones eran las de otro de los pibes con talento y cosas para decir que tuvimos la suerte de ver en La Beca: ese que venía anunciando el nacimiento de la beca con diferentes disfraces, y funcionaba como descomprimidor al tiempo que tenía una especie de función coral.
La consigna era: se viene la beca, la beca está naciendo, se viene la beca.
Al final, venía disfrazado como delegado gremial, o representante sindical, y terminaba negociando becas para repartir como prebendas entre los otros que lo acompañaban con un bombo. La pregunta que dejó instalada fue: ¿algo está naciendo o vamos a negociar? ¿puede nacer algo sin negociación? ¿cómo negociar un nacimiento, que es del orden de lo que no se puede prever?
O, en otras palabras: ¿Qué hacer? ¿Qué hacemos con las becas, esto es, con este sistema de producción y distribución del saber y de las remuneraciones?

7.
Cuando terminó la perfo, todos se saludaron, se abrazaron, se felicitaron. Sabían que, más allá de algunos baches y otras repeticiones, habían conseguido generar algo grande. Un verdadero acontecimiento político cultural en la facultad. En su facultad. En su situación.
Esta crónica salió publicada ayer en el blog de sociología contraataca. Ver link en cuerpo de texto.

viernes, 14 de noviembre de 2008

¿Querés una beca? Chupame un huevo


Hoy, en un rato, "happening" en Sociales.
El título suena tentador. Vamos a ver qué onda.

martes, 11 de noviembre de 2008

Sobre Los Topos, de Félix Bruzzone


El muchacho que vive conmigo no resiste el tape e inició su estelar carrera como reseñista literario.


Poética del aturdimiento


Los Topos, la primera novela de Félix Bruzzone, parece un film de Wes Anderson (Los excéntricos Tenembaum, La vida acuática, The Darjeeling Limited), donde lo ligero del absurdo pop se cubre de melancolía, pero atravesado por flashes oníricos del cine japonés más violento. Hay, sin embargo, otra diferencia quizás más profunda. Lo que Anderson construye como tragedias familiares que se proyectan hacia la dimensión íntima de pequeñas comunidades en viaje, bajo la mirada de Bruzzone se transforma en tragedias políticas centradas en la condición de hijo de desaparecidos. Nace entonces una poética del aturdimiento que, pese a cierta recursividad en la prosa, despliega una verdadera máquina de guerra capaz de establecer un quiebre generacional en lo literario y de reacomodar los modos de apropiación de una variedad de discursos heredados sobre la historia nacional. Esta propuesta, que podía leerse en ciertas partes de 76 (Editorial Tamarisco), su primer libro de cuentos, adquiere en Los Topos un desarrollo cabal y acaso inesperado.

La novela avanza en forma vertiginosa. Deambulando por territorios fronterizos entre la ciudad/lo público y el hogar/lo privado, el narrador se cruza con personajes que van a contribuir al avance del relato y a transformar su identidad como hijo y como sujeto deseante. Pero todo cambia a partir de la irrupción de Maira, un travesti del que se enamora y pasará de ser posible infiltrado policial en HIJOS (topo) a posible vengador de genocidas, de posible hermano nacido en cautiverio, a posible neo-desaparecido. Maira viene a quebrar un verosímil que parecía orientarse al thriller, y lo que se abre desde ahí es una exploración del inconsciente político del amor fraterno y romántico, perverso y filial. Triángulos y hexágonos amorosos, pesquisas y un viaje al sur, conforman una atractiva historia que alegoriza un cuestionamiento hacia las políticas que piensan a la memoria como museo del pasado, y que apuesta por un vitalismo de a momentos estremecedor.
Publicado en el suplemento Culturas del Diario Crítica, 8/11/2008.

lunes, 3 de noviembre de 2008

SIMEONE


El Cholo tiene marcas en la nuca,
senderos rojos, como de sarna,
que recorren su nuca transpirada
como la banda roja recorre camisetas
de jugadores que ni siquiera merecen ver el tape
con el gol del Cholo a Colombia en aquel partido.

Simeone es un mohicano del viejo Palermo,
y cuando era chiquito, y jugaba en Vélez,
el padre le silbaba desde el tribuna,
y el Cholo corría, con el cuchillo entre los dientes,
el Cholo de Pavlov iba al suelo a raspar en los potreros de Liniers,
el último mohicano de Pavlov rompía ligamentos y masticaba tierra
en los campos de batalla,
sin saber que en pocos años
iba a embarazar a Beckham, a Victoria Beckham, y al puto de Michael Owen,
iba cogerse a los ingleses de parados,
y a quedar en mi memoria para siempre.

En la ruta a Misiones hay un micro.
La nuca sarnosa del Cholo viaja por Misiones,
en un micro,
la ruta abre la tierra roja,
y la nuca transpirada, herida,
la mente infectada del Cholo no se hace cargo,
porque más que roja es fucsia,
la banda roja de la nuca del Cholo es fucsia,
el infierno del Cholo es fucsia y en su mente la boca sangra,
los labios sangran sobre la remera de Racing,
que el Cholo esconde bajo su camisa italiana,
bajo ese disfraz que no se saca nunca,
y que me rompe tanto las pelotas.

El Cholo abandona el micro en Brasil.
Su mujer todavía no sabe,
el tipo que está con su mujer todavía no sabe,
porque están en la playa y no saben,
que el Cholo los espera en su habitación,
el Cholo toma caipirinha devaluada y afila su cuchillo con los dientes,
el Cholo come camarones devaluados y afila sus dientes con el cuchillo,
encerrado en un placard, mientras por la tele,
mira un especial de su campaña en la Selección,
y el culo le duele porque los recuerdos duelen,
y el Cholo se lo rompió cuando jugaba, se cortó la boca, se tragó la sangre,
y cuando vuelvan,
cuando su mujer y el hombre ese con una musculosa de Brasil vuelvan a la habitación,
el Cholo les va a regalar la banda roja,
la sarna,
les va a tatuar la sarna en todo el cuerpo,
los va a hacer relleno de empanada,
primero la verga del tipo, entre los dientes,
y después las achuras, el resto.

Cuando el Cholo termine voy a irlo a buscar,
vamos a limpiar todo,
vamos a comer empanadas con el chuchillo entre los dientes,
a mirar el tape,
a llorar con los goles del Cholo, con sus patadas,
vamos a limpiar su habitación y en la playa,
mientras los brasileros bailan como monos
vamos a incendiar esa camisa italiana,
vamos a quemarla para siempre,
sobre la arena, carbones tibios en la arena y las lágrimas del Cholo,
que va a estar listo para volver a Racing,
el Cholo va a volver a Racing y después,
con un poco de suerte,
a la Selección.