El Cholo tiene marcas en la nuca,
senderos rojos, como de sarna,
que recorren su nuca transpirada
como la banda roja recorre camisetas
de jugadores que ni siquiera merecen ver el tape
con el gol del Cholo a Colombia en aquel partido.
Simeone es un mohicano del viejo Palermo,
y cuando era chiquito, y jugaba en Vélez,
el padre le silbaba desde el tribuna,
y el Cholo corría, con el cuchillo entre los dientes,
el Cholo de Pavlov iba al suelo a raspar en los potreros de Liniers,
el último mohicano de Pavlov rompía ligamentos y masticaba tierra
en los campos de batalla,
sin saber que en pocos años
iba a embarazar a Beckham, a Victoria Beckham, y al puto de Michael Owen,
iba cogerse a los ingleses de parados,
y a quedar en mi memoria para siempre.
En la ruta a Misiones hay un micro.
La nuca sarnosa del Cholo viaja por Misiones,
en un micro,
la ruta abre la tierra roja,
y la nuca transpirada, herida,
la mente infectada del Cholo no se hace cargo,
porque más que roja es fucsia,
la banda roja de la nuca del Cholo es fucsia,
el infierno del Cholo es fucsia y en su mente la boca sangra,
los labios sangran sobre la remera de Racing,
que el Cholo esconde bajo su camisa italiana,
bajo ese disfraz que no se saca nunca,
y que me rompe tanto las pelotas.
El Cholo abandona el micro en Brasil.
Su mujer todavía no sabe,
el tipo que está con su mujer todavía no sabe,
porque están en la playa y no saben,
que el Cholo los espera en su habitación,
el Cholo toma caipirinha devaluada y afila su cuchillo con los dientes,
el Cholo come camarones devaluados y afila sus dientes con el cuchillo,
encerrado en un placard, mientras por la tele,
mira un especial de su campaña en la Selección,
y el culo le duele porque los recuerdos duelen,
y el Cholo se lo rompió cuando jugaba, se cortó la boca, se tragó la sangre,
y cuando vuelvan,
cuando su mujer y el hombre ese con una musculosa de Brasil vuelvan a la habitación,
el Cholo les va a regalar la banda roja,
la sarna,
les va a tatuar la sarna en todo el cuerpo,
los va a hacer relleno de empanada,
primero la verga del tipo, entre los dientes,
y después las achuras, el resto.
Cuando el Cholo termine voy a irlo a buscar,
vamos a limpiar todo,
vamos a comer empanadas con el chuchillo entre los dientes,
a mirar el tape,
a llorar con los goles del Cholo, con sus patadas,
vamos a limpiar su habitación y en la playa,
mientras los brasileros bailan como monos
vamos a incendiar esa camisa italiana,
vamos a quemarla para siempre,
sobre la arena, carbones tibios en la arena y las lágrimas del Cholo,
que va a estar listo para volver a Racing,
el Cholo va a volver a Racing y después,
con un poco de suerte,
a la Selección.
senderos rojos, como de sarna,
que recorren su nuca transpirada
como la banda roja recorre camisetas
de jugadores que ni siquiera merecen ver el tape
con el gol del Cholo a Colombia en aquel partido.
Simeone es un mohicano del viejo Palermo,
y cuando era chiquito, y jugaba en Vélez,
el padre le silbaba desde el tribuna,
y el Cholo corría, con el cuchillo entre los dientes,
el Cholo de Pavlov iba al suelo a raspar en los potreros de Liniers,
el último mohicano de Pavlov rompía ligamentos y masticaba tierra
en los campos de batalla,
sin saber que en pocos años
iba a embarazar a Beckham, a Victoria Beckham, y al puto de Michael Owen,
iba cogerse a los ingleses de parados,
y a quedar en mi memoria para siempre.
En la ruta a Misiones hay un micro.
La nuca sarnosa del Cholo viaja por Misiones,
en un micro,
la ruta abre la tierra roja,
y la nuca transpirada, herida,
la mente infectada del Cholo no se hace cargo,
porque más que roja es fucsia,
la banda roja de la nuca del Cholo es fucsia,
el infierno del Cholo es fucsia y en su mente la boca sangra,
los labios sangran sobre la remera de Racing,
que el Cholo esconde bajo su camisa italiana,
bajo ese disfraz que no se saca nunca,
y que me rompe tanto las pelotas.
El Cholo abandona el micro en Brasil.
Su mujer todavía no sabe,
el tipo que está con su mujer todavía no sabe,
porque están en la playa y no saben,
que el Cholo los espera en su habitación,
el Cholo toma caipirinha devaluada y afila su cuchillo con los dientes,
el Cholo come camarones devaluados y afila sus dientes con el cuchillo,
encerrado en un placard, mientras por la tele,
mira un especial de su campaña en la Selección,
y el culo le duele porque los recuerdos duelen,
y el Cholo se lo rompió cuando jugaba, se cortó la boca, se tragó la sangre,
y cuando vuelvan,
cuando su mujer y el hombre ese con una musculosa de Brasil vuelvan a la habitación,
el Cholo les va a regalar la banda roja,
la sarna,
les va a tatuar la sarna en todo el cuerpo,
los va a hacer relleno de empanada,
primero la verga del tipo, entre los dientes,
y después las achuras, el resto.
Cuando el Cholo termine voy a irlo a buscar,
vamos a limpiar todo,
vamos a comer empanadas con el chuchillo entre los dientes,
a mirar el tape,
a llorar con los goles del Cholo, con sus patadas,
vamos a limpiar su habitación y en la playa,
mientras los brasileros bailan como monos
vamos a incendiar esa camisa italiana,
vamos a quemarla para siempre,
sobre la arena, carbones tibios en la arena y las lágrimas del Cholo,
que va a estar listo para volver a Racing,
el Cholo va a volver a Racing y después,
con un poco de suerte,
a la Selección.