Levántate y anda
viernes, 24 de octubre de 2008
La noche en que volví a creer en el rock
La verdad, cada vez sentía al rock como algo más ajeno.
Toda esta cosa del “nuevo” indie tenía algo que me rompía las pelotas, y salvo casos como Bauer o algunas cosas de unas pocas otras bandas, me aburría muchísimo: más de lo mismo. Boludos sensibles y neohippies de zona norte, en la mayoría de los casos.
Me parece que todavía que hay que pensar mucho las cosas que dejaron Los Redondos y Babasónicos, las últimas dos bandas argentinas que tuvieron algo por narrar.
Dos fenómenos del pasado.
Pero ahí, en el ZAS, estaba el Perro Diablo.
Dos pendejas que habían ido a ver a los teloneros, en un momento, salieron corriendo de la sala. El cantante del Perro las siguió y cerró la cortina para que no volviesen.
Después, empezó a tirar discos a la marchanta.
Se notaba que los pibes se divertían. Y que se cagaban en todo.
La energía que circuló ahí fue impresionante.
El disco está genial, digo, se nota que hay laburo, y mucho, muchísima suciedad, rencor, ironía caústica, actitud punk sin necesidad de chupines AY not dead.
Pero ni se compara a verlos en vivo. Yo no los leo como una banda más, ni siquiera como una banda. Son otra cosa. No hay show, son instantáneos.
La música, la actitud, la oscura energía explosiva, las ganas de cagarlos a todos a trompadas que contagia El Perro los convertirían en dos segundos en la banda favorita de Roberto Arlt.
Fue una fiesta.
La noche en que volví a creer en el rock fue una fiesta.
El 6 de noviembre tocan de nuevo, en el mismo lugar.