Levántate y anda

jueves, 16 de octubre de 2008

Ezeiza


Por primera vez, hice un tour académico a la cárcel de Ezeiza. Fui a dar clases a una presa que está a punto de recibirse de socióloga. La única carrera universitaria que puede estudiarse en Ezeiza es Sociología. El dato tiene la estupidez brutal de la realidad burocrática. La estupidez brutal de una institución como la UBA. Una institución brutal y estúpida a la que sin embargo hay que defender. Hay que defender el proyecto de la UBA. Hay que atacar su burocracia, la estructura de sus carreras, su desvinculación del Estado y del aparato productivo. Soy un fiel partidario del cupo en las carreras, ingreso irrestricto pero con cupo, gratuidad absoluta pero con cupo por carreras. En Filosofía, por ejemplo, yo pondría un cupo de 20 estudiantes por año. Es la peor carrera de toda la UBA. Al menos de las que conozco, que son bastantes y tienen varias fallas. La carrera de Filosofía es la peor. Me repugna la relación con el saber y las manías, las afectaciones de la carrera de Filosofía. Pero no iba a hablar de eso. No iba a hablar de eso y otra vez me fui de madre.

Mientras volvía, mientras el auto de la profesora que me llevó avanzaba retozando por la colectora, bordeando la villa que hay frente al predio del servicio penitenciario nacional, la villa a la que imaginé deben ir los presos a esconderse si consiguen escaparse, porque pensaba en eso todo el tiempo, en las posibilidades de escapar de esas cárceles y terminar en medio de la autopista, casi sin ropa, a las tres de la mañana, un poco empastillado, con pasta base o un poco de merca para vender en el bolsillo, con suerte unas monedas para tomar el colectivo y la mirada en el suelo para no llamar la atención, el ladrido de los perros, los mismos perros que cagaban o tomaban agua sucia mientras bordeaba la villa que hay frente a las cárceles hundido en mi cómodo asiento de profesor universitario ad honorem que vuelve en auto a su realidad ad honorem de profesor universitario, o quizás otros perros, perros entrenados por la policía, perros drogados y hambrientos de carne tibia y dulce, miraba perros y pensaba en escapar de una cárcel en la que apenas había pasado tres horas y a la que volvería recién en dos semanas, porque en dos semanas tengo que volver a Ezeiza, me van a pedir los documentos, voy a tener que esconder todos los objetos de valor que hay en el auto de la persona que me lleve para que los propios policías no se los roben, voy a entregar mi cédula de identidad, voy a volver a la cárcel como un profesor universitario ad honorem que nadie sabe que es ad honorem en primer lugar porque a nadie le interesa y tienen razón en que no les interese, tienen razón porque ahí todo el mundo está demasiado ocupado en sobrevivir como para preocuparse en otras cosas, la chica que me mostró los moretones y las marcas de la faca con la que la habían atacado esa misma noche, presa por un robo con caño cuando tenía diecinueve, estaba muy ocupada en sobrevivir, muy preocupada por que la sacaran de ese pabellón de una buena vez, y me dijo que no estudiaba sociología porque no le interesaba, porque al salir no iba a servirle para nada, porque ella necesitaba un trabajo, necesitaba terminar el secundario y los profesores del servicio penitenciario apenas estaban capacitados para enseñarle cosas del primario, los profesores del servicio penitenciario que saludé con un beso al entrar a la cárcel y que me parecieron tan amables no podían o no querían enseñarle físico-química y ella no podía terminar el secundario, y mientras yo volvía ad honorem en el auto universitario de la profesora que me llevó pensaba en eso, en la razón que tenía la profesora al decirme que esa y todas las chicas que estaban ahí adentro iban a reincidir, que la enorme mayoría de las chicas que caen ahí adentro reinciden, la gran mayoría de las chicas que hay ahí adentro están presas por tráfico de drogas, que las penas de las chicas que están ahí adentro fueron aumentadas gracias al efecto mediático de Blumberg, que las mujeres mayores a veces preferían no salir de la cárcel porque afura no tenían nada, porque los hombres, a diferencia de las mujeres de los presos, nunca las iban a visitar, las reemplazaban muy rápido, porque los hijos les daban la espalda, porque además el personal penitenciario les hacía la vida imposible a los familiares que venían, porque el personal penitenciario hacía todo lo que encontraba al alcance de sus posibilidades para que las chicas ahí encerradas no tuvieran contacto con sus familiares, y mientras la profesora me contaba todo eso y muchísimas otras cosas yo miraba por la ventanilla, mareado con las paredes y las publicidades de la ciudad, mareado en mi compulsión a leer todas las publicidades y a pensar que está comunicando esa marca y porqué lo hace, mareado con las ventanas simétricas y las bicicletas apoyadas sobre la baranda de los balcones, con la ropa colgada de un ventiluz, con las irregularidades de un asfalto hecho con azúcar negra, las irregularidades de unos edificios atravesados por facas, compartimentados por facas húmedas que les desparraman sus manchas húmedas y silenciosas en techos y paredes al limpiarse como se limpia un cuchillo tramontina manchado de ketchup sobre el pan, manchas cada vez más grandes, cerrar los ojos, abrir las ventanillas y que las manchas de humedad o de pintura, los azulejos que faltan en las paredes, la profesora que cuenta las internas de poder del servicio penitenciario, la profesora que dice que prefiere enfrentarse a un cana milico que a un progre disfrazado, todo eso, todo eso y la vocecita te marean, la vocecita con forma de mancha, la vocecita que se abre como una mancha y suena como la correa de distribución de un motor que mientras que pasaba todo esto, mientras que la ciudad se convertía, mientras que la ciudad se convertía en algo sin un afuera posible el motor se calentaba, la correa de distribución giraba y se esparcía por encima del motor caliente, el motor caliente sólo estaba caliente y miraba mareado a la correa de distribución que se esparcía como una máquina, una maquina de decirme todo bien, todo bien, pero vos sabés que a veces hace falta la pena de muerte, vos lo sabés, siempre estuviste a favor de la pena de muerte, estuviste a favor de la pena de muerte incluso cuando no lo estabas...