Levántate y anda

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jueves, 8 de octubre de 2009

Orgasmo de significantes



La unica cosa que hace que la zapatilla sea aun reconocible es su logo, ya no hay mas el espiritu de la marca, ni la trayectoria ni nada.Las empresas juegan en el borde del undergound en una ultima instancia antes de perder muchas cosas. Ahora bien , supongamos que nosotros ada e ido, mañana hacemos un hit musical medianamente relevante, es decir pasamos a tener significacion para una cantidad x de personas y como somos extremadamente trendies, se nos ocurre agarrar nuestras viejas zapas flecha y pegarle las 3 tiras de adidas (tenemos realmente un proyecto parecido). Entonces, seguimos suponiendo, debido a nuestro alto poder de seduccion un monton de pibes comienzan a pegar las tiritas de adidas en su zapas, y porque no, un buen proyecto seria pegarle los logos de adidas, puma y nike a una remerita , algo asi como un orgasmo de significantes.Creemos que ese orgasmo hedonista de significantes, sumado al poco control real que pueden ejercer las marcas sobre sus usuarios es una realidad que va a trastocar un poco las cosas.imaginen tambien millones de usuarios descargando musica pirta de los p2p, y obligando al cambio a la industria musical quieran o no.Otro ejemplito- pregunta, ¿como puede controlar pongamos por caso puma , la cantidad de remeras falsifcadas que los pobres compran en los mercados piratas haciendole un daño a la imgen de la marca? Es decir a los usuarios “bien” de puma no les hace ninguna gracia que los morochos usen la misma ropa que ellos.ovbiamente las diferencias se pueden notar pero esta licuacion de las marcas hacia el puro simbolo hace que sea mas bien facil apoderarse de ellas.Cuando mas creativo sea el “pirata” en su poder de seduccion mas llegada puede tener porque apoderarse de la marca en si es aprender a hacer unos dibujitos mas bien faciles. No se si fuimos del todo claros…¿que problema cuando las empreas culturales que todo lo controlan se enfrentan con lo que sale gratis, no?Si hasta a Macri le sale gratis apropiarse de la palabra “fascista”

vía una odisea provinciana

martes, 29 de septiembre de 2009

Renovando las armas de la crítica


Le dije a mi locatario que se había quedado corto con algunas cosas, pero ese afán democratista y cientificista carismático que tiene no lo dejan expresarse con libertad. Igual, quedó bien, que se yo...


lunes, 17 de agosto de 2009

Sobre "Un grito de corazón", antología de Mariano Blatt y Damián Ríos

Peronismo Revisitado
¿Por qué Un grito de corazón es la mejor antología de “nuevos narradores” que se presentó hasta el momento? Pese a lo dispar, las arbitrariedades y las carencias –ningún estudio, académico o no, pudo agotar al peronismo, y se sabe que las antologías muchas veces son muestrarios de amistades- el libro muestra un cruce donde la supuesta especificidad literaria se contamina productivamente con lo política y vitalmente con lo contemporáneo.

Tres eran las tendencias que podían leerse en las antologías de “jóvenes narradores” publicadas hasta el momento: por un lado, la voluntad de “reconquistar un público” en base a las fórmulas del cuento clásico y los temas marketineros; segundo, la expresión de afinidades tan difusas que ni siquiera se animaban a suscribir a un prólogo; por último, la épica de la independencia y la autocelebración endogámica heredada de 2001 y del mundillo de la poesía. La compilación de Mariano Blatt y Damián Ríos, en cambio, tiene la virtud de recoger muchas de las discusiones que se vienen produciendo en la blogósfera literaria desde alrededor de 2003, con una soltura y profundidad poco usuales. Así, la valoración del menemismo, la tensión peronismo/clases medias universitarias, la disputa entre peronismo nostálgico y actualización doctrinaria, el eterno debate entre partido o movimiento, las diferentes inflexiones de la militancia y su rearticulación en los ochentas, la encendida discusión por el ciclo democrático y los derechos humanos, y la identificación entre peronismo y clase trabajadora son ejes que se abordan desde perspectivas ricas para el análisis. También, hay que decirlo, perviven vicios y tendencias del microclima de la web –cinismo como pose canchera y estrategia de diferenciación frente al progresismo, amiguismo, conservadurismo orgánico, predominio del realismo-.

Lo notable es que esta combinación, además de lo entretenido de los cuentos, parece cerrar un ciclo donde la “narrativa joven”, en la que se inscriben todos los autores publicados, ganó en potencia y densidad social. La pregunta por el “hecho maldito de un país burgués”, sin embargo, sigue vacante.
Publicado en la sección Culturas del Diario Crítica de la Argentina, 15/8/2009

miércoles, 1 de julio de 2009

Materialización de la derrota

Para los amigos de Haciaelbicentenario


1 – Escribo desde La Paternal, que –según Clarín- pertenece a la única Comuna donde Solanas derrotó al macrismo realmente existente. El dato no me enorgullece. Escribo sin estupor, atragantado de análisis políticos llenos de prudencia y de desazón, de melancolía, de revanchismo y de sorna a medio cocinar.

2 – Los que con un alto grado de infantilismo puteaban a Solanas antes de la elección ahora reculan; festejan los radicales devenidos pinistas a última hora. Que así sea: los felicito. Los medidos –Cristinistas- prolongando la lógica que condujo a la derrota, intentan convencerse de que no es tan grave lo que pasó. Y quizás no lo sea desde una lógica administrativa o de “gobernabilidad”. Sin embargo, hay que decirlo con todas las letras: la elección de ayer viene a cerrar un ciclo que se abre con la negativa de Kirchner a ir por una reelección, y confirma el terrible fracaso de Cristina y del kirchnerismo todo -al que revindico como el mejor gobierno que viví- a la hora de erigir una corriente de sentido social sobre el sentido la cosa pública. Un fracaso netamente político.

3 – A esta altura hay que darles la razón a los que, desde 2003, acusaban al gobierno de un setentismo acérrimo. El kirchnerismo pensó a la seducción política con una extraña amalgama entre el voluntarismo de las organizaciones armadas y el Clintonismo. Cristina como una caricatura de la Hillary eficiente. Y gestionadora. La abogada que, en el plano imaginario, realizó una inversión exacta la alianza inédita que sostuvo materialmente al noventismo, renegando de sus elementos indudablemente aprovechables.

4 - ¿Se acuerdan de Bill? “Es la economía, estúpido”, solía repetir mi viejo. Al voluntarismo de la acción armada se lo reemplazó por el voluntarismo de mercado. La operación es simétrica: creer que la hegemonía se construye a través de un vector madre donde las estrategias de seducción de masas quedan reducidas a una prédica a los conversos y a una falsa polarización –el famoso “retorno de la política”- que encubre no sólo el desconocimiento, sino el desprecio y la descalificación por la estructura sentimental de la “clase media”, abstracción ideal madre de la derrota material. Sarlo fue la verdadera intelectual orgánica del kirchnerismo, por más que la carta abierta estuviese firmada por otras manos. Basta de pelotudeces y de Walter Benjamin, por favor. Basta de filosofía política. Acá hay que volver a GINO GERMANI, dándonos una vueltita por Tarde y por Le Bon.

5 - En base a sus miserias comunicativas, el kirchnerismo permitió la conformación de un empate hegemónico entre progresismo y centroderecha que en 2001 estaba francamente del lado del primero. El intento de subsumir las posibles demandas del progresismo bajo el nuevo sentido común de que no vuelvan los noventas fue, entonces, una victoria pírrica. Victoria porque hasta los candidatos de los patrones y la gestión limpia tienen que desdecirse y apoyar, encuestas y resultados de focus groups en mano, la educación pública, la estatización de las empresas, la redistribución del ingreso, etc. Pírrica porque la incipiente articulación entre el viejo sindicalismo, los escombros de ciertos movimientos sociales, los politólogos con blog e importantes zonas del aparato justicialista careció de un cemento discursivo capaz no sólo de revindicar los muchos logros del gobierno –el “nosotros hacemos” fue francamente defensivo y llegó al absurdo cuando una semana antes de la elección se invitaba a las pymes a “blanquear su personal”- sino de articular nuevas demandas. Un ejemplo entre miles: no hubo un solo comunicado claro del gobierno estableciendo las pautas de la nueva ley de radiodifusión. La elección de De Narváez como adversario político fue tan estúpida como la entrega de la Ciudad de Buenos Aires al macrismo en el casi único momento histórico en que el peronismo pudo haberse impuesto en la Ciudad.

6 – Esto no implica decir que Durán Barba y Agulla ganaron la elección. No, eso nunca. Eso sería desconocer los mecanismos de la política. Igual que decir que en todo esto Duhalde no tuvo nada que ver, o hacerse el otario con el asunto por conveniencia. Cuando leo algunos diarios oficialistas me lloran los ojos. Entre la idea de comparar a De Narváez con la “derecha berlusconiana que avanza a nivel continental” y la condena de novia despechada al campo me parece que se perdió un poquito de autocrítica. ¿Cómo decía el tema ese de los babas? “Empezá por aceptar tu maldad…” El kirchnerismo nunca supo a quién hablarle y feneció hablando en el vacío. Los medios afines fueron, uno a uno, convirtiéndose en el purgatorio de la derrota cultural, diría Volquer un poco amargado. El proyecto cultural del kirchnerismo a veces se pareció al remix entre un tema de Silvio Rodríguez y una mala novela que Juan Forn nunca se animó a publicar; otras, a un número de la revista Confines escrita con poco tiempo y nula imaginación desde el despacho polvoriento de una cátedra feudo de la UBA, antes de ir a buscar un cheque en Canal Encuentro. Fue un movimiento sin movimiento, y, lo que es peor, sin mística a futuro, apenas salpicado por los elementos más nostálgicos de una mitología nacanpop de tintes trágicos, francamente arcaica que sin embargo igual se guardaba debajo de la alfombra. En 2003, hablé en Sociales con uno de los fundadores del Grupo Calafate. Le dije que me parecía que era el momento de ir por el campo de una vez por todas y me dijo que no, que la derecha estaba al acecho. Una carencia fomentada por un temor atávico –setentista- que se reconstruyó casi como una profecía autocumplida.

7 – Sinceramente, no creo que Macri vaya a ser presidente en 2011. Por eso me parece absolutamente regresiva la idea de cerrar filas al interior del peronismo con miras a la próxima elección. La pregunta es quién va a llegar a la segunda vuelta con Mauricio. Hay que trabajar para un peronismo transversal, con las conquistas del kirchnerismo pero sin sus limitaciones. O sea, un movimiento populista y tecnologizado. Hay que aprender de Pino, hay que aprender de De Narváez y no condenar moralmente a sus votantes o tratarlos de imbéciles en un típico gesto gorila. A mi juicio, Scioli y el mito de su “imagen positiva” en el Conurbano quedan afuera de este planteo. Ni que hablar Reutemann y Duhalde. Y cuando digo transversal digo programáticamente transversal, no sólo políticamente. Quizás, el primer paso sea empezar a pensar a quién se le va a hablar y desde donde. Porque si hay algo que esta última elección nos enseñó a nosotros, y desgraciadamente al bueno de Néstor, es que con la economía sola no alcanza. El menemismo fue una formación discursiva antes que un plan económico; una formación discursiva que desbordó, semantizó y trasciende a un modelo de acumulación. De la que todavía queda mucho por aprender y poco por denunciar. El kirchnerismo fue una política económica con una formación discursiva que tras las primeras e inolvidables conquistas en materia de derechos humanos se adueñó de los elementos más regresivos de 2001 -que no vuelva el neoliberalismo- pero no supo activar los más interesantes. Las madres no fueron infiltradas por el kirchnerismo; el kirchnerismo fue infiltrado por las madres. La lectura menemista de los setentas que circula con fuerza en el campo literario clausuró este ciclo aún antes de las elecciones. Materialización de la derrota; nuevamente, derrota del setentismo.

jueves, 18 de junio de 2009

Capitalismo y Esquizofrenia

Tras pensarlo durante largo tiempo y consultarlo con sus amigos en el Tiro Federal, en apoyo a la Familia Rodríguez Sáa y a la Provincia de San Luis, a pesar del asco que le produce el partido UCD, pero teniendo en cuenta que el candidato del PJ en Capital es un BANQUERO ESTALINISTA, Volquer ya decidió su candidato en estas próximas elecciones en Capital:


Vanoli, obviamente, votará al Peronismo.

sábado, 11 de abril de 2009

Aniversario



En el medio, entre el choque y mi nacimiento, o entre mi nacimiento y el choque, pasaron muchas cosas. Choques. En la Argentina se producen un promedio de 3281 choques por año. 273 muertes por año en accidentes automovilísticos. Somos la vanguardia del mundo. O mejor, como dijo Toni Negri en 2001 o 2002: somos el laboratorio del mundo. Una frase inquietante que en su momento me hizo feliz. En general los números mienten, pero si te ponés a preguntar un poco comprobás que todo el mundo tiene un choque en el placard. Un amigo que dormía y se despertó en una ambulancia en General Paz. La cicatriz de otra amiga. Un primo que salió volando por la ventana. La hermana de tu ex, desmayada con la nariz blanca de cocaína. Te lo cuentan mientras tiran ketchup sobre un cono de papas fritas, de madrugada, en la costa. No lo registrás. Pero después empezás a unir las piezas y cuando lo pensás un poco tenés el magma de una gran pesadilla colectiva que arrastra chapa abollada, pedazos de acrílico, ripio. Humo industrial que cubre animales y gente muerta, con los huesos al sol, huesos tibios en la noche, sal en las heridas. Tanta tecnología inservible y vos estás ahí, a punto de ahogarte, un árbol tapado por la inundación, o en un hospital de ruta, esperando por el certificado que te permita demandar a la compañía de seguros. Eso si no estás en la morgue. Pero no voy a hablar de las cosas que les hacen a los cuerpos en la morgue.
...

jueves, 2 de abril de 2009

Basta de Alfonsín



Cansa, una vez más, refrescarse con el abanico del progresismo bloggeril interpretando, evocando y hasta burlándose infantilmente una y otra vez de un tipo que no merece otra cosa que el respeto circunspecto y un poco amargado con la que la historia futbolística nacional va a despedir a Roberto Fabián Ayala y al Kun Agüero.


Alfonsín fue a la Argentina lo mismo que Roberto Ayala fue y el Kun Agüero será para la selección nacional: el espejo donde una generación perdida traviste su fracaso. Como el Kun, Alfonsín cifró esperanzas que jamás pudo realizar, estuvo casi 20 años en la política de regalo -del 89 en adelante- y, la verdad, hizo casi todo mal: gobernó mal, confrontó mal, fue un mal caudillo, un mal estadista, enjuició mal a las juntas, arruinó a su partido, fue un mal radical y un mal peronista al mismo tiempo (aunque, digamos la verdad, y a diferencia del Kun, Alfonso sí que salió campeón). Al igual que Ayala, Alfonsín falló cuando tuvo que responder y se retiró de la selección con una goleada dolorosísima frente a Brasil y en una final. Como el Kun y como Ayala, Alfonsín cumplió. Eso sí. No fue un irresponsable, y eso es lo que la "sociedad argentina" le agradece. Porque eso es lo que la "sociedad argentina" le pide a Néstor: que no sea irresponsable. Las loas a Alfonsín son una advertencia soterrada para que la casa esté en orden.


Reconciliarse con Alfonsín, ahora, obviando, es verdad, todos los conflictos y tensiones que involucró su gobierno, sólo porque fue un buen tipo, un personaje honesto o un compañero leal -y parece que Alfonsín fue todas estas cosas, según mi viejo, que todavía usa su mismo bigote- tiene el patetismo invertido de aquellos que condenaban y siguen condenando moralmente al menemismo por una grasitud estética de la que Palermo es la continuación por otros medios. Y, también, prepara unas condiciones eunciativas para un nuevo discurso higienista sobre la política que forma parte del antiguo corazón narrativo de la UCR. Porque ni con la honestidad ni con la democracia se come ni se educa ni una mierda. Alfonsín va directo a convertirse en el Tanguito de los Santaolallas de hoy.


Al igual que Blumberg, Alfonsín lloró a un hijo perdido: la república liberal. No es casual que Blumberg haya estado hoy rindiéndole pleitesía. Blumberg y Alfonsín son los dos hemisferios cerebrales esquizoides de la clase a la que pertenezco. Ninguno puede estar a la derecha o a la izquierda de esa clase, porque ambos la conforman. Las diferencias entre ambos son tan abismales que ni siquiera hace falta mencionarlas. Por eso, el funeral de Blumberg va a gozar de la indiferencia glacial que el de Alfonsín hubiera merecido. Respeto, voces bajas y silencio. Nada más. La trayectoria política y el fracaso histórico de un tipo, una generación y un partido que no estuvieron a la altura de las circunstancias mercen eso.


lunes, 23 de marzo de 2009

Las puertitas del Ingeniero Lombardi



Para saber lo que es tu sociedad, recomiendo visitar una sede cualunque del Banco Ciudad de Buenos Aires por la mañana. Llevate un buen libro, mirá alrededor. Conversá con las señoras, cedé el asiento cuando entre alguna con problemas de movilidad o mirada de perro apaleado. Disfrutá la vida, sumate al ágora financiera y pedí mano dura y pena de muerte también para los funcionarios que incumplen o defraudan en los cargos públicos. Sería genial. No digo suplicio, eso no, pero una ejecución en cámara de gas onda Gran Hermano podría ser. Una o dos veces, no digo siempre eh... con Aurora remixada sonando de cortina. Gastón Trezeguet apretaría el botoncito.

Todos los lunes, desde hace alrededor de tres meses, voy al Banco Ciudad con una llamita de esperanza. Sí, todo bien, en el Fondo Metropolitano de las Artes soy un tierno, ¿y qué? Mi intención no es antropológica ni a ganchos, más bien se trata de una forma vedada de la mendicidad. Lo que mendigo, desde hace más de ocho meses, es un subisido a la publicación de cierto librito de cuentos.

La gente del GCBA (Fondo Metropolitano de las Artes para ser exactos) eligió mi proyecto con lo que imagino fue una mediasonrisa condescendiente. Me puse muy contento, imaginaba a los lectores tirándose de cabeza encima de mi libro, presos de la irrefrenable pasión que genera el programa Opción Libros, una genialidad heredada de Telerman o de Ibarra. Hice una especie de festejo, gasté unos morlacos de más.

Cuando fui a hacer la papelería a ese edificio coqueto de Avenida de Mayo, me deprimí un poco. Empecé a mirar, de queruza, un extraño libro de actas con la lista de tipos a los que habían "premiado". Como siempre, el área literatura era la cenicienta. Y además, en la lista, había dos o tres tipos "reconocidos". "Si llego a esa edad y tengo que hacer esto, me corto los huevos", pensé. Después me di cuenta que pensar eso era una pelotudez, pero el solo hecho de habelro pensado me deprimió un poco más. También me sentí bastante boludo porque la plata que había pedido apenas alcanzaba para la impresión, mientras que a los otros, les soltaban casi el doble.

Nótese: alcanzaba. Porque al ritmo de la inflación y la suba del precio del papel, el presupuesto que te obliga a presentar el gobierno, sólo de imprenta y dejándote en bolas para el resto de las cosas, ahora apenas va alcanzarme para imprimir las tapas. Lo presenté en junio de 2008, pero con las tapas estoy contento, ojo, porque el Chief Mauricio es una luz para actualizar precios e intereses cuando el estado le condona deudas o tiene que liquidar a los deudores de su empresa, pero cuando llega el momento que pagar duerme la siesta, suspende becas, reemplaza ñoquis ajenos por propios, en fin. Lo mío, seamos sinceros, no es importante. Hay cosas peores. Pero eso no quita que sirva como metonimia de la gestión del Chief, y del lugar que ocupa "la cultura", y la educación (que se incluye en esta palabrita nos guste o no), en su proyecto (?) político.

Dije que con las tapas estaba contento. Pero esto juega dentro de la hipótesis de que me lo pagan. Porque todos los lunes, como recomiendan mis amiguitos que atienden en el fondo, me cruzo el límite entre Paternal y Villa del Parque para averiguar si me depositaron la platita. Soy perseverante a full. Hoy, esta mañana, todavía no estaba. Seguro la semana que viene tengo más suerte, porque el pibe que me atendió por teléfono en el Fondo me pidió mi nombre para anotarme en una lista de reclamos, ya que el Gobierno tiene "problemas de contaduría".

En este blog, Volquer ya habló de la basurización de la ciudadanía política propuesta por el presindenciable (?) Mauricio Macri. La política de subsidios se rige con la misma lógica liberal que campea en economía y en todo lo que hasta el momento hizo Mauri, salvo en tapar baches, para lo que sobremplea a los presos del desempleo y los hace dar el espectáculo de laburar en los caminos, como en el siglo XVI aunque el traje a rayas haya sido reemplazado por la remera amarilla con una hermosa H grande como el corazón de papá Franco.

Hace unos cuantos años, cuando ví la película Los Rubios, me molestó una parte en la que las chicas avant-garde se quejaban de no se qué cosa del INCAA que les había financiado su peli. Ahora, que estoy en una situación parecida aunque la platita que no me suelta el gobierno no alcanza ni para el catering completo de un set de filmación, las entiendo un poco más, aunque no las justifico. Quizás se trate de una cuestión de perspectiva. Es cierto que Andy Warhol-Telerman, para no dejar los números en rojo Cromañón había suspendido los subsidios en el último año de su gestión, y que Mauri -quizás aconsejado por Rasputín Fogwill- los trajo de vuelta después de que el pelado aumentase un 100% el ABL como regalo de despedida y gesto de caballerosidad política hacia el nuevo Chief. Así que gracias, otra vez, a la gente del Fondo por el subisido. Voy a hacer una apuesta: si cuando me lo paguen alcanza para no las tapas, sino sólo para las solapas, además del escudito del Fondo que te obligan a poner meto un stencil que diga Lombardi 2027 - PRO.

Un profesor de la facultad donde cursé Sociología con la hija de Mauricio dijo que los ingenieros eran el sujeto revolucionario de la actualidad. Eso demuestra que la gente no sabe lo que hace, y que El Chief y Lombardi están alienados con respecto a su ser social. Si las madres de plaza de mayo fueron infiltradas por el gobierno (???), la eficiencia de los ingenieros fue infiltrada por la bicicleta financiera que ellos mismos se dedicaron a cultivar en otros ámbitos menos inofensivos que la cultura. Mal, muy mal. Horrible. Quizás, después de leer este post alguien se cope y me pase el numerito telefónico que abre las puertitas del Ingeniero Lombardi. Porque dicen que es un buen chabón, y si lo llamás y le hablás de onda te suelta unos morlacos para la cultura.

Igual, no se molesten.
Con las solapas yo ya estoy contento.

viernes, 13 de marzo de 2009

CICLO MANIFIESTO



MANIFIESTO

Apoyen este ciclo organizado por jóvenes entusiastas.
El tercer martes de cada mes desde las 20.15 hs.
ULTRA, San Martín 678. Entrada Gratis.

ARRANCA ESTE MARTES 17 DE MARZO.

Intelectuales y artistas ponen en escena sus manifiestos estéticos, políticos, cotidianos o existenciales. Los invitados tendrán la libertad de confeccionar textos en los que manifiesten sus creencias o desarrollar una performance artística. De este modo tomarán una posición frente al mundo, frente a la realidad, frente al arte.


Coordinan: Diego Erlan / Hernán Vanoli

Manifiestan:

Martes 17 de Marzo: Rafael Cippolini, Leonor Silvestri y Esteban Schmidt. Música: Villa Diamante.

Manifiesto
Género político por naturaleza, más allá de su contenido, el manifiesto implica el deseo de proponer, trazar fronteras, prometer y volver a ordenar el mundo, confiados en la potencia del propio lenguaje. En épocas donde el nihilismo ocupa todos los discursos, decir Manifiesto implica jugarse, implica decir «en esto creo».

Si la vorágine digital y la sobreoferta de escrituras parecen devorar cualquier principio de individualidad, nosotros invitamos a decir: Manifiesto. Grito al aire o microdenuncia cotidiana, el ciclo propone revisitar acciones artísticas, políticas, relacionales, donde la fiesta de su declamación permita que los diferentes manifiestos de músicos, artistas y escritores nos sumerjan en las aguas correntosas de su poética de la transformación.


Rafael Cippolini (Lomas de Zamora, 1967). Es ensayista, crítico cultural y curador autónomo. En 2003, publicó Manifiestos Argentinos. Políticas de lo visual 1900-2000. Durante cinco años fue editor de la revista de arte Ramona, y actualmente mantiene el blog cippodromo.blogspot.com. Su último libro es Contagiosa Paranoia (Interzona, 2007).

Leonor Silvestri (1976). Es poeta, traductora y especialista en literatura antigua. Colabora como periodista en diversos medios. Publicó el libro de ensayo Catulo, Poemas. Una introducción crítica (Santiago Arcos. 2005); y los poemarios Después de vos, Nugae, Teoría de la traducción, entre otros. Además, coordinó y organizó la sección de literatura y de los eventos literarios de la ONG "Brandon Gay Day", así como varios ciclos de lectura itinerante, dedicándose también a la instalación y al dictado de diversos cursos y talleres.

Esteban Schmidt (Buenos Aires, 1967). En 2008 publicó su primer libro, The Palermo Manifesto (Emecé), una diatriba sobre Palermo escrita desde Palermo. Militó diez años en la U.C.R y luego se dedicó, durante otros diez, al periodismo en medios culturales. Actualmente es un puntal de Los Trabajos Prácticos (www.bonk.com.ar/tp), una página web de culto. También coordina talleres de expresión.

Villa Diamante Desde el año 2004 es DJ, mashuapero y persona inquieta. Juega con todos los sonidos que entran dentro de su extraño criterio artístico; juega al cruce, empuja los límites en una constante búsqueda de lo que aún no existe. DJ Residente y organizador de Zizek Club con el que viene planteando una renovación en la forma y el contenido del baile en la noche porteña. Como productor artístico de ZZK Records se planta ante la industria discográfica en plena agonía para buscarle una vuelta a esa situación del consumo de la música. Mucho puede decir sobre lo que hace y desarrolla pero su manifiesto empieza y termina en un mismo punto: el amor al baile.
http://www.diamantestyle.com.ar/
www.zzkclub.com
www.zzkrecords.com

martes, 20 de enero de 2009

La cultura es una chica rutera




De acuerdo a Yúdice (2001: XXX), la nueva división del trabajo cultural se realizaría a través de un sistema de maquila, donde se obtienen ganancias mediante la creación o posesión de derechos de propiedad intelectual mientras se contratan servicios de ensamble locales e independientes. Así, los países latinoamericanos se destacarían por la baja actividad en tanto productores de derechos o de patentes intelectuales, quedando confinados al rol de proveedores de mano de obra barata, capacitada para el ensamble y la producción. Además de la precarización laboral resultante, donde los trabajos se realizan por contrato, sin chances de sindicalización para la masa de freelancers dispersos, y en busca del mejor postor, el efecto de este tipo de desembarco no sólo de los conglomerados globales de entretenimiento, sino también de las pequeñas empresas internacionales dedicadas al comercio simbólico, muchas veces incluso regionales en el caso de América Latina, en un contexto que según Claudio Rama (1999) se caracteriza por a) la segmentación de los mercados, b) la particularización de la oferta y c) la oligopolización de la producción simbólica, consiste, más allá de la política pretendidamente neo-izquierdista de los gobiernos, en una confluencia donde la ética universalista del estado y el afán de lucro de las empresas fusionadas hace uso de la cultura como recurso útil para la implementación de agendas de política cultural no consensuada, y que en muchos casos se financia con fondos fiscales deducidos de impuestos. Este diagrama confina al estado-nación a la posición de mediador cultural entre los conglomerados de entretenimiento y la sociedad civil. Los estados cumplen la función de conformación de públicos de masas hacia adentro, y hacia fuera se realiza una selección de las diferencias e identidades locales, donde aquellas que posean las singularidades necesarias para tallar en mercados regionales o globales, esto es, que se amoldan a los performativos de los protocolos de difusión, son estimuladas a circular, cubiertas por el paraguas de dichos conglomerados o del nuevo sistema de filantropía internacional del turismo artístico, fomentando la idea de diversidad y desarrollo local.

martes, 13 de enero de 2009

Catch



Buscando fotos para ilustrar la excelente crónica de mi amigo Diego Vecino en Haciaelbicentenario, me encuentro con esta noticia del Diario El Mundo, supongo que de 2006, aunque en realidad no importa:

Una pelea de mujeres bolivianas. Cobran entre 30 y 50 dólares por combate, no tienen asistencia sanitaria y se juegan la vida, a veces con sus hijos delante, en cada asalto. Los espectadores de El Alto, ciudad dormitorio de La Paz, pagan un euro por ver a mujeres indígenas aimaras –raza del presidente Morales– golpearse con “occidentalizadas” hasta límites crueles.


«Con la desesperación por ganar y contentar al público, todo vale. Usamos latas para cortarnos, tablas, cajas para apalearnos. El árbitro suele estar de parte de las rudas (malas) y no de las técnicas (buenas). A veces, nos pega hasta él y no hay un compañero masculino que se meta a defendernos. No deberían darnos golpes bajos, ni maltratarnos los senos, pero se hace».


Desde Barthes, se sabe que el catch escenifica mucho mejor que el fútbol y otros deportes ciertas tensiones sociales, o, como le gustaría decir a un amigo con cierta pompa, "los engranajes invisibles que mueven la historia cotidiana". Igual, más allá del miserabilismo invertido de los periodistas que hicieron la nota, las fotos de las bolivianas castigándose me fascinan, no por crueles, sino por hermosas.

Hace alrededor de un año, estuve en Guadalajara mirando una pelea de catch en la arena que supuestamente era menos "mainstream". Me había comprado un refresco de tamarindo para mezclar en un vaso de litro y medio de cerveza (altamente recomendable), pero a pesar del alcohol y de los gritos de mis compañeros de platea, el espectáculo fue decepcionante. Los luchadores apenas se tocaban, y el desenlace obvio, donde dos mexicanos se tiraban juntos desde las cuerdas y con los codos en punta sobre el gringo rubio y gigante, ni siquiera fue muy festejado. En todo caso, en ese ring de Guadalajara, la capital de Jalisco, el corazón mismo de la mexicanidad, se sabía de antemano que lo importante no era la lucha sino los sentidos que los espectadores movilizaban. Nunca voy a olvidarme el estallido de familias enteras, chinga tu madre, hijoeputa, de mujeres con vestidos floreados y tipos de pantalones de lino, labios pintados y bigotes prolijos que en cualquier otro momento hubieran evitado la confrontación aunque les costase el dedo meñique. Estaban realmente sacados, y en un momento empecé a insultar yo también. Lo notable es que en el fulgor de la catarsis colectiva, los mexicanos y no yo, que sólo puteaba a los gringos, se la agarraban con todos, absolutamente con todos, incluidos los tipos que tenían en la platea de enfrente. No hinchaban por el mexicano, sino que le decían flojo, gordo chaparro, inútil, cornudo, y muchas cosas por el estilo no sólo al árbitro, sino a su vecino, o a su jefe, o a su conciudadano, al tipo que les vendía las aspiradoras en el shopping. Muchos tenían petacas de metal, forradas en cuero. Petacas llenas de tequila que se vaciaban al ritmo de las puteadas y la pantomima de una verdadera guerra social.


Si bien el resultado era el mismo que en Bolivia (en ambos casos, la cipayez termina derrotada en manos de los locals), y si bien los periodistas miserabilistas exageran, se me ocurre que la violencia presente en el catch de El Alto (a 4.100 metros sobre el nivel del mar) no se limita ni a la tradición de por sí violenta del pueblo boliviano, ni a las condiciones de vida mucho peores en El Alto que en la de a momentos pujante Guadalajara, ni al machismo alla boliviana, donde la escenificación requiere de cuerpos femeninos para no devenir tragedia. Habría, pensando con la rapidez que amerita esta superficie, otros dos factores que habilitan el paso del simulacro (o la seducción) a la violencia, y del hobbesianismo mexicano al hochiminhismo boliviano.


Hablamos, queridísmos, de la ya archirepetida traición de la líbido por sobre la política (argumento refritado por cínicos y simplistas a la hora de pensar la lucha armada no sólo en nuestro país, sino entendida como Gran Engranaje de la Historia): los bolivianos quieren ver sangrar a la luchadora gringa porque la desean. Si no hay sudor ni sangre, el sexo no es real, es pornografía, o sea, es hiperreal, y cualquiera sabe que la pornografía no puede ser consumida en conjunto porque, como la literatura, reclama un goce individual. Los mexicanos también desean a la gringa, pero al menos pueden acceder a ella en un plano simbólico, la aspiradora que compran en el shopping a 36 cuotas, y por eso travisten el sacrificio en simulacro.


Este primer nivel, sin embargo, se solapa con otro, quizás menos esencial que la contraposición entre la economía libidinal del neoliberalismo mexicano y el Evismo. Queridísimos, nos referimos a la valorización internacional del espectáculo turístico. Desfavorecida por la historia y la naturaleza, la localidad de El Alto puede ofrecer al mercado del turismo aquello que los luchadores mexicanos no están dispuestos a entregar: sangre, basura y lágrimas reales. Que, como cualquiera sabe, cotizan alto en la Bolsa del Turismo Libidinal (BOTUL).


Nos extenderíamos sobre este punto, pero ahora debemos rescatar al Volquermóvil.




lunes, 17 de noviembre de 2008

Crónica de un happening. Sobre La Beca.


1.
Mientras tomábamos una Brahma un poco tibia en la plaza Houssay, le comentaba a mi amigo Joaquín que desconfío de las performances, los happenings y el arte conceptual. A unos pocos metros, unos pibes jugaban un seis contra seis en medio del cemento, los arcos hechos con ropa y mochilas. Tenía ganas de ir a jugar con ellos, pero sin embargo hablaba. Mis argumentos eran que si hace unas cuantas décadas ese tipo de arte podía ser inscripto como un gesto innovador, hoy me parecía un poco agotado. No podía dejar de ver que el antiguo anhelo de romper las barreras espectador / artista generando un hecho político, había fracasado históricamente, y que no me parecía que las comunidades que se generan en un happening, siempre evanescentes, transformen un estado de cosas que vaya más allá de la instantaneidad de su numerito. Un poco pesado, atragantado con mis propias palabras, insistía con que cuando el arte conceptual se convierte en un diálogo entre entendidos, sin posibilidad de trascender las microafinidades que al mismo tiempo lo catalogan y consagran, pierde potencia en términos sociales, por más amistades y micropolíticas que produzca.

- No, le dije a Joaquín, esto de la vanguardia es cualquiera. Ya fue.

Con todas estas “prenociones” fui a ver el happening ¿Querés una beca? Chupame un huevo, organizado por Gustavo Moscona. A Moscona lo conocía sólo de nombre.

2.
A medida que pasaba el tiempo nos fue ganando la ansiedad y decidimos ir. Éramos unos cuantos, y el plan consistía en irnos rápido si nos aburríamos. Comprar más cerveza, volver a la plaza o ir al bar de la facultad. Otra opción era ir el FILBA. Viernes a la tarde. La ansiedad de un viernes a la tarde.

3.
Hay que decirlo: apenas entramos al aula y vimos que estaba llena, hubo algo que cambió. Empecé a sentir que iba a pasar algo importante. No teníamos lugar para sentarnos, y fuimos a parar al suelo, justo a un costado del escritorio que formaba parte del decorado del happening. Nos repartieron globos que inflamos y explotaban de sólo tocarlos. Corridas, preparativos, bastante expectativa. Pero lo que pasó después supero todo. Lo que vino después pasó por encima a todas las expectativas porque el happening fue un verdadero acontecimiento político cultural. En este sentido, la cantidad de gente no es un hecho menor. Sabemos que la significación social de cualquier hecho artístico se transforma dependiendo de su contexto de recepción y de su circulación social. Y el aula Kosteki-Santillán era una fiesta. Antes de que empezara el happening era una fiesta, antes de que se inflaran los globos. La energía, la seriedad no solemne con la que nos recibieron y se movían los chicos que participaron de la organización, los actores, los performers, los artistas, generó un clima muy especial.

- Grosso, eh. Menos mal que vinimos. ¿Compramos una birra?

4.
Desde el principio, desde el título, Gustavo Moscona, la gente de sociología contraataca y los muchos que pusieron el cuerpo para que la cosa funcionara nos lo habían advertido: esto no es un happening, esto es la beca. La beca. ¿Pero qué es la beca? ¿Un régimen de vida? ¿Una salida laboral? ¿Un premio? ¿Un sistema de exclusión? ¿Una metáfora sobre la producción de conocimiento en nuestro país? ¿Una forma de canalizar –y mutilar- la líbido política retirándola de lo colectivo para remunerarla en lo individual? ¿Un happening? ¿La beca como un happening donde se escenifica una producción de conocimiento inútil? Si entre muchos otros, hubo un hilo capaz de conducir la superposición de situaciones que se escenificaron a lo largo de las casi dos horas que duró ¿Querés una beca? Chupame un huevo, ese hilo fue la voluntad de que la pregunta por la beca se politizara, y, al mismo tiempo, invitara a pensar toda la serie de oposiciones y de situaciones que se configuran en torno a la beca y a la vida universitaria.

Todo esto, en un contexto particular, en una facultad, la de Sociología, que no puede dejar de interrogarse sobre el destino y la productividad política de las becas, y sobre todo el tejido de relaciones sociales que estas organizan. Un tejido de solipsismos que prefigura la continuidad del neoliberalismo a la hora de producir saberes.

5.
A mí, que tengo una beca, la pregunta me movilizó. A muchos de mis amigos, que tienen o van a postularse a una beca, también. Aunque quizás a cada uno de manera diferente. Que la pregunta por la beca se politizara, decíamos. Que tuviera un arraigo local, específico, en la carrera de sociología, en la facultad de sociales de la UBA. Eso es politizar. Hubo algo de catarsis en el happening. El hecho de que el tema elegido fuese justamente la beca consiguió que ahí adentro, en el aula Kosteki-Santillán, se activara un trauma colectivo. Catarsis interrumpida, entonces, porque lo que quedó flotando en el aire cuando todo terminó fueron los vapores del hagamos algo más con el agradecimiento que generó el amor que habían puesto en el happening todos los que participaron.
Pero decíamos también oposiciones y situaciones. Tomemos nota de algunas de las que llegué a anotar en el anverso del volante de una agrupación:

a) Las chicas, las modelos, y la exposición de las becas como algo fashion: las becas como objeto de deseo. Esto, confrontado a la repetición de consignas políticas, muchas veces anacrónicas o vacías por parte de las modelos. Ganar una beca, gritar en el vacío. Consignas políticas que se gritan en el vacío. Una serie posible. Porque a la beca hay que seducirla, conquistarla. Requiere todo un arsenal de estrategias de seducción, que se inician con el director de beca. Becas y carisma, también, en la primera parte, donde el evaluador recibía los proyectos. Se sabe: lo que define, muchas veces, es el director.

b) El deseo que canalizan las becas pudo sentirse también en otros momentos: desde el becario acosado sexualmente por la directora, hasta la genial pareja de Moscona y su novia, que discutían en videoconferencia. Él, en Europa, en el frío de Europa, le propone una pareja abierta, a ella que no sólo tiene que trabajar en Buenos Aires vinculada a rubros que no tienen nada que ver con su formación, sino que, en la perspectiva del becario, le debe todo porque “él la formó”. La liberación final a través del baile, en oposición a los cuerpos inmóviles de los becarios.

c) La beca y el espacio. Las becas son de la ciudad, de Buenos Aires, y no llegan al Conourbano. ¿Qué porcentaje de los becarios de Sociales vive en el Conourbano? ¿Qué porcentaje de los becarios asistió a colegios de elite, principalmente el Carlos Pellegrini o el Nacional Buenos Aires? Las becas como un sistema de confirmación académica de la segregación urbana. Becas y disciplina.

Podría haber muchos más, pero esto sería demasiado largo. La presencia, por ejemplo, del cuerpo popular real, del sujeto real de La Matanza, al que se lo estudia incluso cuando coge. Toda la diversión y la tensión juguetona que generaba el espiral entre paródico y de denuncia del resto de los fragmentos, se resignificaba con las apariciones del pibe que hizo dos reclamos puntuales. Primero un reclamo de sinceridad: cuando roba a los docentes, estos tienen que decir lo que piensan: “Hay que meter bala en la villa, no se puede más con estos negros de mierda”. Segundo, un reclamo de autoanálisis: en lugar de preocuparse tanto por cómo cojo, miren lo que hacen ustedes. Pregúntense por la beca.

En este sentido, fue tal la incomodidad que generaban estas irrupciones, que se las intentaba neutralizar con el aplauso. Le dije a Joaquín:

- Mirá como aplauden, boludo. Se ponen nerviosos.

Yo estaba nervioso.

6.
La contraparte de estas irrupciones eran las de otro de los pibes con talento y cosas para decir que tuvimos la suerte de ver en La Beca: ese que venía anunciando el nacimiento de la beca con diferentes disfraces, y funcionaba como descomprimidor al tiempo que tenía una especie de función coral.
La consigna era: se viene la beca, la beca está naciendo, se viene la beca.
Al final, venía disfrazado como delegado gremial, o representante sindical, y terminaba negociando becas para repartir como prebendas entre los otros que lo acompañaban con un bombo. La pregunta que dejó instalada fue: ¿algo está naciendo o vamos a negociar? ¿puede nacer algo sin negociación? ¿cómo negociar un nacimiento, que es del orden de lo que no se puede prever?
O, en otras palabras: ¿Qué hacer? ¿Qué hacemos con las becas, esto es, con este sistema de producción y distribución del saber y de las remuneraciones?

7.
Cuando terminó la perfo, todos se saludaron, se abrazaron, se felicitaron. Sabían que, más allá de algunos baches y otras repeticiones, habían conseguido generar algo grande. Un verdadero acontecimiento político cultural en la facultad. En su facultad. En su situación.
Esta crónica salió publicada ayer en el blog de sociología contraataca. Ver link en cuerpo de texto.

sábado, 4 de octubre de 2008

domingo, 28 de septiembre de 2008

De vuelta


A todos aquellos que nos escribieron decepcionados durante nuestro periplo por la Walt Tourism World, a quienes creían que habíamos abandonado esta noble actividad, les decimos con amor: volvimos.

Volquer y yo estamos más vivos que nunca. La convivencia es dura de a momentos, pero nos queremos. Por eso aguantamos tantos años juntos.

Alimentados, como siempre, por el afecto de nuestros refinadísimos lectores.

Aunque a veces, el regreso, puede deparar extrañas sorpresas.

Como cierto parrafillo, una aguja en el pajar de calurosas felicitaciones que recibimos a diario, de una querídisima amiga. Una gran escritora y editora a quien admiramos.

Fieles a nuestra política anti - genuflexión que comprende la prohibición de solicitar ser linkeados por nuestros cuantosísimos amigos en el universo bonsai literario bloggeril, nos abstenemos de mencionarla.

Porque, lo repetimos, es una gran amiga. Que, suponemos, tuvo una mala tarde. Una mala tarde que podría tener cualquiera.

No obstante lo cual, puede ser divertido mencionar algunos de los equívocos.
Vamos, entonces, al grano.

Inútil hablar de la chicana sobre el supuesto "kirchnerismo" o "no kirchnerismo" de Volquer. Porque argumentar sobre una chicana que se monta sobre otra chicana no tiene sentido. Lo que si delata, la chicana sobre la chicana, o el "creemos que no es kirchnerista" es cierto esencialismo maniqueo a la hora de pensar los procesos de identificación política que circula en el campo literario.

Y ciertos reclamos de autenticidad que, a esta altura, nos producen una semi - sonrisita amarga.

La idea de un "pensar mal" no resiste el menor comentario. En todo caso, se prefiere a los que piensan mal antes que a los temerosos, o para decirlo más directamente, a los que se "despegan" por cagones. Sí es más interesante la idea de "pensar en lo inmediato". Esa es, justamente, una de las pocas virtudes que tiene el blog como superficie.

A menos que se esté pendiente de un supuesto "auto escrache" o vigilancia permanente de no imagino qué tribunal fantasmagórico, que tomará notas de lo que dijo Volquer, en contra de lo que escribió o piensa X, o el supuesto Volquer en la vida real.

Pero, sinceramente, queridos amigos, cualquiera con un mínimo de sentido común puede darse cuenta que la materialidad de lo que se publica en un blog tiene toda la seriedad y el peso que tiene este soporte, o sea, el blog.

Y que hacerse problemas por lo que piensen oscuros jueces culturales que no nos interesan es, por la mínima, ridículo.

Tan ridículo como tomarse en serio lo del marketing.

Porque el marketing, queridos amigos, no es la sal de la vida, sino la vida misma.

La potencia seductora del mercado, fluyendo y lubricando el goce de los cuerpos.
Somos en el marketing, queridísimos amigos.


martes, 16 de septiembre de 2008

Sobre el oficio más viejo del mundo


De fondo, escucho las canciones de la hinchada de Huracán, o quizás sea la de Newell’s, que juegan su partido en el estadio Diego Maradona. Después de Boca y de Argentinos Juniors, Huracán es mi equipo favorito. Junto con Tigre. Pero ahora no voy a hablar de eso.
Vengo de una conversación con un joven trabajador de la industria editorial argentina. Un pibe honesto, con perspectiva. Que se hizo desde abajo y conoce el oficio. Un pibe que ojalá, en algunos años, dirija una de las editoriales más importantes que hay en nuestro pequeño país. Antes de la charla, estuve leyendo el último y monumental número de El Interpretador sobre el trabajo. Y en el medio de todo esto, cené. Me hice un sándwich mientras veía la mejor telenovela que dan en la televisión. La novela se llama Sin tetas no hay paraíso, y es una bomba. Va por canal 9, creo que a las 22 horas. Pura industria cultural colombiana.
Este contexto de lectura me hizo pensar en los contornos del trabajo que podemos leer, en negativo, tanto en la novela como en Bailando por un sueño. Los cuerpos hiperproducidos de Bailando por un sueño, en base a una estructura melodramática donde hay un soñador, una bailarina y un jurado integrado también por el público, urden una trama donde la gramática del trabajo se desdobla en varios niveles. El soñador es el trabajador digno, digamos, para usar una terminología afín, proletario. Su lugar es marginal. Su acompañante también es una trabajadora, pero su lugar en la estructura productiva es mucho más opaco. Es, quizás, el punto (no tan) oscuro de Bailando por un sueño. Porque todos sabemos, queridos compañeros, cual es el trabajo declarado de las soñadoras: modelos, vedettes, actrices, ex mujeres de. Pero lo más interesante es que todos sospechamos cuál es el trabajo oculto, no enunciado en forma patente, siempre negado o travestido en chiste. La seducción, entonces está ahí. Putas de lujo que pretenden trabajar de otra cosa. Un exquisito catálogo, que cotiza a sus luminarias al ritmo positivista de la masividad. Tinelli, el profeta, ha encontrado el punto ciego de su goce. Aquel que ya había arañado al desposar a una de las entrañables T-Nellys. Madre, puta y empleada. Un combo difícil de resistir.
Pero decíamos Putas: un trabajo que está en el centro de la novela colombiana.
En Sin tetas no hay paraíso, entonces, el trabajo enunciado es la prostitución. La heroína, en este caso, no es un proletario acompañado por una trabajadora que se desdobla, puta y actriz, ex mujer y puta, vedette y puta, sino que es una heroína proletaria, digamos, que se transforma en puta. Lo hace, señores, porque anhela el dinero para las siliconas.
Aquí, entonces, el punto oscuro no está en el secreto que todos compartimos pero nunca termina de enunciarse. Aquí, por el contrario, asistimos a una tragedia social: la puta no es puta por necesidad, sino por egolatría.
¿Pero dónde está el punto oscuro, entonces? ¿Por dónde se absorbe la líbido social necesaria en todo producto cultural que valga la pena? Además de la estructura melodramática, presente en ambos programas, la clave está, de acuerdo a mi limitadísimo juicio, en la fusión de lo social con la naturaleza. La teta, los genitales, son el elemento natural-social por excelencia. Prostituirse para ponerse tetas, entonces, es (era) un movimiento que lleva el signo de la rebeldía contra la naturaleza. O quizás no. Quizás no exista ya rebeldía alguna en el plano de lo sexual. Quizás, el trabajo, tenga la arquitectura misma de la prostitución, y el tratamiento estético sobre ese simple hallazgo sea la seductora obscenidad de la novela. Al igual, lo señalamos, que en Bailando por un sueño. Porque, en el caso de la heroína de Sin tetas…, no es lo social aquello que se impone a lo natural: es lo natural-social que choca con lo natural-social.
Lo que estalla en este choque es el concepto mismo de trabajo. Vuelca. El concepto moderno de trabajo como actividad diferenciada que se opone al ámbito de la subsistencia (o del placer), sirviendo como medio para la misma, se transforma en otra cosa cuando la prostitución es ejercida como fin en sí mismo. Prostituirse para ponerse tetas, en este plano, sería una hiperprostitución. Prostitución al cuadrado. El cambio, entonces, no está en el ámbito del trabajo. El cambio está en la prostitución, que se legitima. Si el sexo es inacapaz de transgredir, la prostitución se convierte en espectáculo familiar. Se normaliza. Y esa normalización es la banquina que muerde el trabajo, en su camino hacia la dignidad (o hacia la revolución).
Ahora bien: sin transgresión sexual, lo que queda del melodrama es, queridos compañeros, la disputa entre el capital y el trabajo. Veamos, entonces, las formas de presentación del capital en ambos programas.
Porque el trabajo, ya lo dijimos, no puede diferenciarse de la prostitución. En ninguno de estos programas. Y, entonces, se diluye.
Un héroe mudo y proletario que acompaña a una asistente artista y puta, una heroína puta que se resiste y en ese movimiento se acopla a lo natural-social. Sus contrafiguras parecen hechas a medida: en el primer caso, un proletario que asciende en la industria cultural y se convierte en profeta. Tinelli, señores. El capital, en este caso, actúa como conductor, es decir como lubricante. Esa es su función manifiesta. No está a la altura de erigirse como árbitro en defensa del más débil (el soñador), sino que manipula el rating. Manosea. No dirime, no hace justicia, queridos compañeros, porque no le conviene. Y no le conviene porque la vaca, ya lo sabemos, está atada. Laissez faire, laissez passer. Liberalismo y escándalo.
En el segundo caso, el capital es un capital narco. La reglas, en el micromundo de Sin Tetas…, las dicta el narcotráfico, con sus intrigas y sus traiciones. Cualquier similitud con los narco-estados latinoamericanos es, amadísimos compañeros, pura coincidencia.
Bailando por un sueño y Sin tetas no hay paraíso son dos de las ficciones más potentes de la actualidad.
El primero, tiene anunciantes de primera línea. Empresas multinacionales.
En las pautas del segundo, un poco más modestas, se ofrecen servicios por telefonía celular. Marcá 1234 y una colegiala te cuenta sus fantasías. Marcá 4321 lolita y una lolita te cuenta su primera vez. Marcá 2314 perras.
Huracán y Newell’s, acabo de comprobarlo, empataron 1 a 1.

jueves, 11 de septiembre de 2008

White Zombies


Ayer, mientras aguerridos compañeros resistían un día más en la toma de las 4 sedes de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA en reclamo de mejores condiciones edilicias para seguir estudiando, un extraño conjunto de diletantes, groupies culturales, bloggers de difusa ideología, lectoras de Alan Pauls, editores “independientes” y otros sujetos de calaña semejante entre los que me incluyo se dieron cita en la Boutique del Libro de Palermo para discutir, o mejor dicho para mirar discutir, o mejor dicho para escuchar una charla amable y civilizada entre Alberto Díaz, editor general o algo así del grupo transnacional Planeta, y los escritores Alan Pauls, palermitano y afectado, y Fabián Casas, boedista. Los coordinadores eran Damián Tabarovsky, ideólogo de la actualmente en remate Editorial Interzona, y el dueño de la librería, Fernando Pérez Morales.
Lo primero que hay que decir en favor de esta iniciativa es que el temario prometido era tan amplio como sugerente. Lo segundo es que el lugar estaba lleno, por lo que se percibió una ligera euforia por parte de los organizadores. Lo tercero es que la coordinación, en la medida de lo posible, fue adecuada.
El debate, por su parte, apareció en cuentagotas. Pero también hay que reconocer que la intención estuvo. El mismo Tabarovsky chicaneó un poco al principio, cuando dijo que se reeditaba el mítico enfrentamiento entre Florida -o Palermo Anagrama- y Boedo -o el boedismo, testimonio fehaciente de cierta derrota cultural de Boedo-.
Aunque quizás, en el fondo, tampoco era tan importante que ese debate que apareciera. Lo importante era hacer un “evento exitoso”, algo tan de moda y al mismo tiempo tan arraigado en las tradiciones culturales de la pequeña burguesía intelectual porteña. El contacto por el contacto mismo. En la siempre patética bohemia universitaria se empieza con un grupo de estudio, y el sumum llega o bien con la institucionalización, es decir con la absorción por parte de la burocracia académica, o por medio de la organización de unas jornadas, de ser posible en la Biblioteca Nacional. En la militancia de la poesía, esto es, en la única militancia que afortunadamente le quedó a un muy pequeño número de personas que se dedicaban a leer, escribir, criticar y publicar poesía durante décadas recientes, el ritual distintivo de apertura hacia lo público eran las lecturas. Costumbre heredada, ciertamente, por los jóvenes narradores. Que devino, asimismo, en un ethos autonomista cerrado al circuito chico, donde la ética romántica campea a troche y moche. Y donde, también, se recupera una mística punk y festiva que surge del cruce con la herencia cultural abonada por la resistencia rockera durante la dictadura. Duplicidades. Pero la intensidad y la socialidad horizontal de muchos de estos eventos no estuvo presente en la Boutique del Libro. La reunión, a fin de cuentas, era un evento de marketing literario con buena voluntad cultural. Un arañazo para, entre otras cosas, seducir a esos esquivos lectores de Palermo, tan codiciados por todas las editoriales. Editoriales incluso capaces de bañarlos en pizza con champagne, con la infantil y por eso tierna fantasía de que eso llegará a trocarse en favores monetarios.
Personalmente, prefiero estos eventos antes que las reuniones de floggers que se producen en el barrio del Abasto.
Aunque, quizás, no sean tan diferentes.

Pero focalicemos, compañeros, en el marketing literario. Una actividad ejercida con prestancia por profesores, bohemios y talleristas más o menos marginales. Un marketing que ayer tuvo en Alberto Díaz a su representante más conspicuo, y por eso, más honesto. La hipnótica claridad del señor Díaz, de quien pocos jóvenes escritores se animarían siquiera a pronunciar el nombre, fue conmovedora. Fue memorable, mis queridos compañeros, el momento en que, frente a las mistificaciones románticas del señor Casas, Díaz declaró que todos los escritores pensaban en el público, en el mercado y en la recepción de sus obras. Apoteósica.
Esto no es óbice, amigos míos, de que el señor Casas, imagen marcaria de esa estructura del sentir que por pereza intelectual denominaremos boedismo -no confundir con el antiguo grupo de Boedo, repetimos-, haya sido el disertante más carismático, y, por llamarlo de alguna forma, el más cercano a lo que el traumadísimo Jacques Lacan llamaría nuestras identificaciones imaginarias. Casas es un tipo en el cual, disculpen la categoría, se puede confiar. Su libro “El Salmón” es, sencillamente, extraordinario. Dio un poco de lástima entonces, por así decirlo, verlo convertido en un White Zombie más. Quizás haya llegado el momento de reclamarle, en virtud de su potencial, unas cuantas cosas.
Dieron un poco de pena, también, sus coincidencias con Alan Pauls. Otro tipo con un libro, El Pasado, que a pesar de todo, condensa fuertes zonas de la experiencia social de una generación. Ambos declararon que Marcelo Tinelli, el profeta positivista de la realidad nacional, está destruyendo al país. Cuando es claro, queridos lectores, que Tinelli nos está salvando. Cuando es claro que su reinado tiene el peso fáctico de las toneladas de soja que los chacareros triunfantes transforman en felicidad para el pueblo.
Marcelo Tinelli, entonces, como nuestro futuro prócer, como el gratísimo ingeniero social que hibrideces y modernidades nunca nos pudieron otorgar.
Las coincidencias, en este plano, delatan el peso de una hegemonía. El hecho de que el tema más álgido haya sido el estatuto de los blogs (Casas a favor en un ejercicio de condescendencia, Pauls en contra en base a un trotskismo idealista donde se reclama más a las superficies de lo que la base social real de las superficies son capaces de dar), delata una hegemonía. La división jerárquica entre géneros (en la caja roja, la literatura, en la caja negra, el periodismo, la crónica y el ensayo), también. Como así lo hace la exaltación paternalista hacia las editoriales independientes, de las que la mayoría de quienes hablaban tenían una idea bastante somera, por ser generosos. Otro tanto para que todos, pese a las reservas de Díaz, se subieran al pequeño pony de pedir “lectores más trabajosos”, en sintonía con la obsesión del amigo Tabarovsky de recuperar la crítica afrancesada yuxtapuesta con la reflexión de la academia norteamericana sobre las artes visuales como garantía de contemporaneidad. Y la extraordinaria proliferación de blanquísimas, blancas categorías zombies.
Gratas coincidencias, amigos, en una tibia noche de Palermo.

lunes, 8 de septiembre de 2008

Los mitos y la birra, o algunas razones para tomar Schneider, además de que en los chinos de mi barrio la venden a $ 1,70


El otro día, después de leer un post del Kameyo en La Contrarreforma, pensé que el mejor relato de lo nacional, desde que tengo memoria, nació de las publicidades de la cerveza Quilmes. El mito argentino, según Quilmes, se desdoblaba en dos: por un lado, un pasado lleno de bríos que se truncó de alguna manera en la que no valía la pena ahondar porque lo importante era la posibilidad de recuperación. Maradona cayéndose en el glorioso gol a los belgas en México 86, el granero del mundo.
Por otra parte, un presente donde la modernidad a las patadas era recuperada en tono festivo por la épica clasemediera sustentada en el mito de la singularidad. La gran mayoría de los países latinoamericanos creen que su “cerveza nacional” es la mejor del mundo; Quilmes nunca dijo ser la mejor cerveza. Estaría bueno preguntarse por qué, si hace diez años tenía las credenciales para hacerlo. Lo interesante, sin embargo, es que su operación era más bien una extrapolación de imágenes del paraíso clasemediero (los amigos, las pizzerías, el calor humano, la amistad, los berretines, el sabor del encuentro) como emblema de lo nacional, y, desde esta plataforma, una proyección hacia el resto del mundo con el fútbol como caballito de batalla. Hacia adentro, la comunidad porteña como universal irrenunciable, hacia fuera, la épica de ser los más habilidosos (Maradona), los más dotados, pero también los que ponen más huevos, porque en el fondo todos sabemos muy bien, y sino pregúntenle al Loco Bielsa (siamés no reconocido de José Luis Machinea), que los mejores son otros y usan una camiseta amarilla de cuellito verde.
Sin mito, no hay marketing que aguante.
Quilmes nunca habló como un sponsor oficial de la pasión. Siempre habló como la pasión misma.
Por eso las narraciones de Quilmes eran tan performativas y sus publicidades más de una vez me hicieron humedecer los ojos frente a la tele. ¿Querés Trainspotting? ¿Te comiste la del pop inglés en un sótano de Congreso? Acá hay clientelismo político papi, y las drogas nos llegan quince años más tarde y bien administradas. El peronismo, otra vez, como el hecho maldito del marketing argentino. Mi hermano, que ahora galopa el baby boom boom kid kirchnerista, tenía un casete grabado con cosas de Blur, Supergrass, Pulp y todo eso, y al final el tema de la propaganda de Quilmes.
Gol, gol, gol, en tu cabeza hay un gol.
This is hardcore.
Porteñidad, decíamos. Lo que en el ocaso del neoliberalismo como sistema económico y moral aparecía en la forma de un pibe que se iba a levantar checas a Europa pero añoraba a su chevecha, se reconvirtió rápidamente en la celebración costumbrista de un ethos. Ahí tenemos una elaboración del trauma (el exilio forzoso de los chicos de clase media pauperizada del gobierno de De la Rúa) por medio de la erotización y la nostalgia. De ahí a la glamurización de las privaciones hay un paso. Es lo que pasó en el comercial ese de la playa, filmado por la agencia del hijo de Armando Bo, y en el que seguro que participó otro Fogwill, Andy, el hijo, que trabaja de director publicitario. Si ya no podemos irnos a Cancún o a Miami, no importa, porque el verano en realidad es folklore, es la comunidad por fuera de trabajo, es la seducción, los amigos. La comunidad imaginada por el liberalismo. El verano es Quilmes. La nación, el mito, es el verano. ¿O es Quilmes?
El reclamo del resurgimiento de una burguesía nacional anidaba también en esa historia de amor donde el escenario privilegiado era de nuevo la playa. A Europa se va a coger rubias liberadas, a Miami se va a comprar minicomponentes Aiwa de dos toneladas, a Cancún se va a ver peces de colores. A Mar del Plata se va a enamorarse. El encuentro entre el capital y el trabajo ahora sí es posible, porque en las playas argentinas es donde puede producirse el verdadero acontecimiento, ese que según dicen retramita la gramática de lo real y la geografía de los cuerpos.
Y entonces, cuando parecía que el ente podía llegar a reconciliarse con el ser, cuando la burguesía cervecera podía apostar por un modelo de país, vino la hecatombe.
A Quilmes la compraron los de cuellito verde. En realidad la compró AmBev, la filial brasilera de ImBev. AmBev es Brahma, Imbev es Stella Artois, entre muchísimas otras. En 2006, un grupo belga-brasileño paga 1200 millones de dólares y se queda con el 91% del paquete accionario, del cual ya había comprado el 35% en 2002, mientras fusilaban a un par de piqueteros y con ellos a los sueños infantiles del autonomismo.
Ahí, en 2002, empezó la debacle de la marca. Un poco después. Cuando empezaron a negociar la compra total, supongo.
Los belga-brasileros sabían que a partir de que se hiciera pública la compra de la otra parte de la tarasca se les iba a hacer muy difícil comunicar nacionalidad.
Bastante difícil.
Isenbeck ya los había chicaneado en 2002.
Tal vez no sea importante, pero los tipos de marketing son así.
La estrategia que tomaron entonces fue mediocre. Por un lado, hicieron mierda a Quilmes. Cada vez menos aparición en los medios, baja en la calidad del producto. A esto lo hicieron porque Quilmes, en un caso bastante común entre las “cervezas nacionales” de los países latinoamericanos, hegemonizaba un espectro de representaciones que iba desde el discurso popular, en nuestro país encarnado por el aguante, y el deseo mundializador y modernizante, posmoderno en el sentido trivial de la palabra, de las clases más favorecidas. Esa duplicidad salía en cualquier focus y llevaba a Quilmes a un dominio bastante importante del mercado. Como no iban a poder comunicar más nacionalidad, la quebraron. Stella para los chetos, peleándole a Heineken, y Quilmes ahí, residual, compitiendo con la Schneider y con la Brahma, reducida a su consumo popular y más clásico.
Chau mito. Polarización.
Quilmes se quedó un buen tiempo en las sombras.
La burguesía nacional, en este caso, no estuvo a la altura de las circunstancias.
Los hijos de Otto Bemberg metieron la guita a plazo fijo o hicieron edificios en Palermo.
Hoy, en un golpe de timón, comunican historia. El valor de que “siempre estuvo ahí”, más allá de que sea o no sea argentina.
Fogwill, que les había “inventado” el slogan según cuenta otro mito, trabaja de asesor cultural de Macri. Su hijo, por lo menos, seguirá trabajando para Quilmes, yendo a raves en Rio de Janeiro en un jet privado, a las dos de la mañana.
Lo peor de todo es que el otro día, en un bar, la moza nos ofreció Stella o Quilmes. Un pibe contestó rápido y dijo Quilmes, traeme Quilmes. La Stella es la cerveza de los intelectuales.
Y tenía razón.

jueves, 4 de septiembre de 2008

Cumpleaños de ADN Cultura - La Revista del Sábado


Hace alrededor de un año, no me acuerdo bien, me invitaron a un focus group donde iba a discutirse el lanzamiento inminente de la revista ADN. A cambio de mis opiniones recibí cien pesos en una orden para comprar ropa en Giesso. No me acuerdo qué elegí. Calzoncillos o medias. El lugar y la ropa eran para jóvenes ejecutivos de alrededor de treinta, con ganas de tener una relativa onda, que alquilan en Congreso mientras ahorran para comprarse el dos ambientes amplios en Recoleta o Recoleta Bronx (zona Sociales) después de terminar de pagar las cuotas del 206. Pibes que escuchan o escucharon Radiohead. Eso seguro.
En el grupo, nos dieron de comer una picada formidable. No soy una persona con vergüenza de comer en público. Al contrario. Cualquiera que me conozca un poco puede dar testimonio de mi ferocidad. Esa tarde arrasé.
Primero nos bombardearon de preguntas sobre Ñ. La coordinadora era una chica de sociología, inteligente y muy idónea para su trabajo. Profesional. A la salida, le confesé que yo también laburaba en marketing. Que hacía poco tiempo había estado pergeñando la campaña “Hombres de Olé bajo el brazo”. Uno de los laburos que más disfruté. Intercambiamos mails con esa complicidad un poco lastimera y culposa que tenemos o que en esa época teníamos los que a los veinte leíamos el debate de la tercera internacional y fuimos a evangelizar a los barrios con Mariátegui bajo el brazo y fracasamos en 2001 hasta que nos volvimos genuflexos y entramos en el clientelismo académico. O en el marketing.
En el fondo, dos nombres para la precariedad con suerte.
Pasada la etapa Ñ, nos dieron unos ejemplares de prueba de ADN. Estaba Fito Paez. El director era Tomás Eloy Martinez y el producto era muy mediocre, con notas sobre Kafka o Anna Frank. Yo dije que era una revista anodina. Dije que lo de las microcríticas era una pegada. Dije que tenían que meter a gente más joven, que hasta la década del 30 La Nación había sido una tribuna de doctrina y ahora tenían las credenciales y la oportunidad de revalidar eso. La Nación siempre había sido un diario serio, conservador en lo político a partir del peronismo y medianamente progresista o por lo menos serio en lo cultural. Que le dieran más bola a la literatura contemporánea. Que Tomás Eloy Martínez no me cerraba. La coordinadora dijo: “Pero TEM fundó Radar”. Por eso, le dije. O lo pensé.
Ahora me acuerdo de que también le dije que la ocasión de consumo de Ñ era en el baÑo. Y es cierto. Todavía hoy la leo en el baño. Me encanta ir al baño y saber que la Ñ está ahí en el suelo. Me encanta leer la mejor revista cultural del país cuando nadie me molesta.
Eso les interesó. Los tipos estaban obsesionados con Ñ. Todo el tiempo miraba al vidrio espejado y levantaba mi vaso de Coca, en brindis. Pendejadas.
Ahora que lo pienso, me arrepiento de lo pedante que fui en el grupo. Cada vez que soy pedante me arrepiento.
A uno de los pibes que estuvo conmigo, también de la carrera, lo ví este año picando piedras en otra consultora. Me miró con miedo. No nos saludamos.
Me acuerdo que había un flaco que pidió más espacio para la poesía. El pibe ese me cayó diez puntos. Otro que dijo que un amigo suyo estaba mal y le recomendó leer Las Partículas Elementales de Houellebecq para terminar de hacerlo mierda y que después resurgiera de sus cenizas. Me pareció una estrategia pedagógica impecable.
Cuando preguntaron cómo era el lector ideal de Ñ, dije: una vieja gorda, que no garcha hace seis meses, vive en un 3 ambientes en Rosario y Avenida La Plata sobre Rosario a mitad de cuadra, segundo piso, cursó media carrera de psicología, su hija mayor quiere ser actriz y trabaja en telefónica, su hijo menor dice que va a ser médico y tiene 3 previas de cuarto año, a la señora esta le gustaría tener un affaire con Fogwill mientras su marido evade impuestos en su estudio jurídico-contable.
Después lo pensé un poco: esa mina es mi tía. Podría ser mi vieja.
Ahora me arrepiento.
Con la coordinadora nunca volvimos a escribirnos ni a cruzarnos. Hasta hoy.
Hoy me preguntaron como era el lector ideal de ADN. Y no contesté. Pero pensé: igual al de Ñ, pero hace unos meses estuvo a favor del campo y no en contra del gobierno como el de Ñ. Y vive en San Isidro. En un barrio semicerrado.
Pero antes de lo de hoy vienen otras cosas.
Primero: nos pagaron 120 pesos. ¿La inflación fue de un 20%? Lo notable es que el pago fue en efectivo.
Lo primero que pensé fue: qué bueno, zafamos de Giesso.
Lo segundo fue: estos hijos de puta quieren sacarse los pesos de encima y nos los encajan a nosotros.
Lo tercero fue: la sociedad se aproxima a esos momentos de materialismo procaz que anteceden a las debacles económico-morales.
Pendejadas.
Igual, lo que más me alarmó fue la baja escandalosa en el nivel de la comida. Hoy habia café, gaseosa y galletitas rotas.
No había triángulos de queso. No había maní. Ni una puta rodaja de salame.
Igual fui el que más comió. Por lejos.
Conclusión: o el Secretario de Cultura de la Nación, dueño de la consultora donde hicieron el focus, sabe que será prontamente destituido y propició el recorte porque además sacarle guita a las empresas para estudios de mercado está más duro que el año pasado, o se asustaron de lo que comí la última vez. O las dos cosas.
Y la inflación. Y la recesión.
El grupo era lindo. Otro pibe de la carrera pero un poco más chico. Una traductora amiga del teatro indie. Una chica que estudió cine y dejó. Otra que estudiaba psicopedagogía. Un ingeniero que había estudiado letras dos años. Un pibe que dejó Imagen y Sonido y ahora hacía y vendía velas. Y mi favorito: el músico.
Ninguno llegaba a los 30. Me hubiera gustado ir a tomar algo con todos. Hablar de otra cosa.
Todos estábamos a favor de este gobierno. O me pareció eso, porque nadie se había olvidado del rol de los medios en la lucha con el campo.
De la boca para afuera, obvio.
De la boca para afuera.
El músico dijo algo muy parecido a lo que esta mañana había dicho una crítica literaria reconocida en su seminario: los que leen el arte, la música, la literatura desde la categoría de autor son unos boludos. Hay que leer los movimientos. Era un pibe copado. A eso de la categoría de autor lo dijo tres o cuatro veces, en contextos diferentes. Se ve que le molestaba mucho el enfoque de las revistas culturales sobre la música.
La gente de marketing de ADN seguía obsesionada con Ñ. Es natural. La gente de Skip vive obsesionada con Ariel.
En un momento creí que el reclutamiento había sido para lectores de Ñ, pero después pensé en las preguntas filtro y me pareció que no. En realidad no sé. Siempre miento en las preguntas filtro.
La cuestión es que Ñ estaba mucho mejor posicionada que ADN. No se si es justo o no, pero fue lo que salió en el grupo. Igual, para mí, es justo.
Nos preguntaron de todo. Yo usé una táctica un poco sucia para embarrar la cancha. Lo hice de resentido.
Hay tres formas básicas de cagar un grupo.
La primera es generar un clima de joda que arruine la dinámica. Faltarle el respeto al coordinador.
Jamás haría eso. Y al que me lo hace, lo agarro afuera y lo cago a trompadas.
Una vez casi le pego a un pendejo de 17 años.
La segunda, es decir cosas tan tajantes que inhiben a los demás.
Ejemplo:
“YPF es una empresa española que saquea las reservas naturales de nuestro país, que aprovechó condiciones ventajosas para apropiarse de bienes y territorios fiscales, y que para colmo usa imágenes vinculadas a lo nacional para limpiarse, porque en Brasil directamente se llama Repsol”.
Fin del grupo.
“No sé, la verdad que dejé de comprar gel de ducha Axe. Lo que pasa es que me echaron del trabajo la semana pasada y no tengo plata para gastar en esas cosas”.
Fin del grupo.
La tercera en realidad no arruina el grupo, pero lo enrarece. Es volver a las preguntas viejas y mandar fruta.
“Me quedé pensando en eso que preguntaste antes. Es un poco abstracto. Digo, yo nunca pagaría por un suplemento cultural. Los leo en la web. Y con respecto a eso de si las disciplinas están balanceadas ahora que la miro se me ocurre que es una revista literaria con dos o tres notas de otras cosas, tipo un frankenstein”
Todos opinan y el coordinador se enquilomba. Se pierde el eje de la guía de pautas. Un poco de sadismo.
La chica no se lo merecía.
Al final, quedaron el claro unas pocas cosas. Al menos para mí.
Nadie del grupo leía los suplementos culturales enteros. Como mucho, se leía un 20% del total del contenido.
El nivel de las reseñas y de las notas en general era malo porque no se juegan por nada. No es casualidad que casi todos los que las escriben pasaron por la carrera de letras.
La idea de cultura de los suplementos es antigua y les falta humor.
Sin embargo, está claro que ADN sirvió para que Ñ mejorara.
Nadie compra un libro porque haya leído una reseña. Las reseñas también fracasan en introducir nuevos autores porque casi nadie compra más de un libro cada dos meses.
Lo mejor son las entrevistas y algunas notas. Y las perlas cultivadas.
Sólo dos personas de ocho conocíamos y estábamos contentos de que David Viñas tuviera una columna de vez en cuando en Ñ.
A veces había temas de tapa más convocantes que otros, y en esos casos, sólo en esos contadísimos casos, valía la pena tener las revistas en papel.
Ñ y ADN son muy parecidas. En general producen indiferencia. Cuando nos apretaron, más de la mitad preferimos Ñ y los otros dijeron que les daba lo mismo.
Hubo más cosas, pero me las quedo para mí.
A la salida esperaba el segundo turno. Una fila de personas de más de 40 años, con cara de cansadas. Muchas miraron la hora.
Salí apurado y crucé Alvarez Thomas con el semáforo en rojo. Casi me pisa un Fiat Palio color terracota. Creo que me putearon.
Cuando llegué a Lacroze, me tomé el 63.