Levántate y anda

jueves, 4 de septiembre de 2008

Cumpleaños de ADN Cultura - La Revista del Sábado


Hace alrededor de un año, no me acuerdo bien, me invitaron a un focus group donde iba a discutirse el lanzamiento inminente de la revista ADN. A cambio de mis opiniones recibí cien pesos en una orden para comprar ropa en Giesso. No me acuerdo qué elegí. Calzoncillos o medias. El lugar y la ropa eran para jóvenes ejecutivos de alrededor de treinta, con ganas de tener una relativa onda, que alquilan en Congreso mientras ahorran para comprarse el dos ambientes amplios en Recoleta o Recoleta Bronx (zona Sociales) después de terminar de pagar las cuotas del 206. Pibes que escuchan o escucharon Radiohead. Eso seguro.
En el grupo, nos dieron de comer una picada formidable. No soy una persona con vergüenza de comer en público. Al contrario. Cualquiera que me conozca un poco puede dar testimonio de mi ferocidad. Esa tarde arrasé.
Primero nos bombardearon de preguntas sobre Ñ. La coordinadora era una chica de sociología, inteligente y muy idónea para su trabajo. Profesional. A la salida, le confesé que yo también laburaba en marketing. Que hacía poco tiempo había estado pergeñando la campaña “Hombres de Olé bajo el brazo”. Uno de los laburos que más disfruté. Intercambiamos mails con esa complicidad un poco lastimera y culposa que tenemos o que en esa época teníamos los que a los veinte leíamos el debate de la tercera internacional y fuimos a evangelizar a los barrios con Mariátegui bajo el brazo y fracasamos en 2001 hasta que nos volvimos genuflexos y entramos en el clientelismo académico. O en el marketing.
En el fondo, dos nombres para la precariedad con suerte.
Pasada la etapa Ñ, nos dieron unos ejemplares de prueba de ADN. Estaba Fito Paez. El director era Tomás Eloy Martinez y el producto era muy mediocre, con notas sobre Kafka o Anna Frank. Yo dije que era una revista anodina. Dije que lo de las microcríticas era una pegada. Dije que tenían que meter a gente más joven, que hasta la década del 30 La Nación había sido una tribuna de doctrina y ahora tenían las credenciales y la oportunidad de revalidar eso. La Nación siempre había sido un diario serio, conservador en lo político a partir del peronismo y medianamente progresista o por lo menos serio en lo cultural. Que le dieran más bola a la literatura contemporánea. Que Tomás Eloy Martínez no me cerraba. La coordinadora dijo: “Pero TEM fundó Radar”. Por eso, le dije. O lo pensé.
Ahora me acuerdo de que también le dije que la ocasión de consumo de Ñ era en el baÑo. Y es cierto. Todavía hoy la leo en el baño. Me encanta ir al baño y saber que la Ñ está ahí en el suelo. Me encanta leer la mejor revista cultural del país cuando nadie me molesta.
Eso les interesó. Los tipos estaban obsesionados con Ñ. Todo el tiempo miraba al vidrio espejado y levantaba mi vaso de Coca, en brindis. Pendejadas.
Ahora que lo pienso, me arrepiento de lo pedante que fui en el grupo. Cada vez que soy pedante me arrepiento.
A uno de los pibes que estuvo conmigo, también de la carrera, lo ví este año picando piedras en otra consultora. Me miró con miedo. No nos saludamos.
Me acuerdo que había un flaco que pidió más espacio para la poesía. El pibe ese me cayó diez puntos. Otro que dijo que un amigo suyo estaba mal y le recomendó leer Las Partículas Elementales de Houellebecq para terminar de hacerlo mierda y que después resurgiera de sus cenizas. Me pareció una estrategia pedagógica impecable.
Cuando preguntaron cómo era el lector ideal de Ñ, dije: una vieja gorda, que no garcha hace seis meses, vive en un 3 ambientes en Rosario y Avenida La Plata sobre Rosario a mitad de cuadra, segundo piso, cursó media carrera de psicología, su hija mayor quiere ser actriz y trabaja en telefónica, su hijo menor dice que va a ser médico y tiene 3 previas de cuarto año, a la señora esta le gustaría tener un affaire con Fogwill mientras su marido evade impuestos en su estudio jurídico-contable.
Después lo pensé un poco: esa mina es mi tía. Podría ser mi vieja.
Ahora me arrepiento.
Con la coordinadora nunca volvimos a escribirnos ni a cruzarnos. Hasta hoy.
Hoy me preguntaron como era el lector ideal de ADN. Y no contesté. Pero pensé: igual al de Ñ, pero hace unos meses estuvo a favor del campo y no en contra del gobierno como el de Ñ. Y vive en San Isidro. En un barrio semicerrado.
Pero antes de lo de hoy vienen otras cosas.
Primero: nos pagaron 120 pesos. ¿La inflación fue de un 20%? Lo notable es que el pago fue en efectivo.
Lo primero que pensé fue: qué bueno, zafamos de Giesso.
Lo segundo fue: estos hijos de puta quieren sacarse los pesos de encima y nos los encajan a nosotros.
Lo tercero fue: la sociedad se aproxima a esos momentos de materialismo procaz que anteceden a las debacles económico-morales.
Pendejadas.
Igual, lo que más me alarmó fue la baja escandalosa en el nivel de la comida. Hoy habia café, gaseosa y galletitas rotas.
No había triángulos de queso. No había maní. Ni una puta rodaja de salame.
Igual fui el que más comió. Por lejos.
Conclusión: o el Secretario de Cultura de la Nación, dueño de la consultora donde hicieron el focus, sabe que será prontamente destituido y propició el recorte porque además sacarle guita a las empresas para estudios de mercado está más duro que el año pasado, o se asustaron de lo que comí la última vez. O las dos cosas.
Y la inflación. Y la recesión.
El grupo era lindo. Otro pibe de la carrera pero un poco más chico. Una traductora amiga del teatro indie. Una chica que estudió cine y dejó. Otra que estudiaba psicopedagogía. Un ingeniero que había estudiado letras dos años. Un pibe que dejó Imagen y Sonido y ahora hacía y vendía velas. Y mi favorito: el músico.
Ninguno llegaba a los 30. Me hubiera gustado ir a tomar algo con todos. Hablar de otra cosa.
Todos estábamos a favor de este gobierno. O me pareció eso, porque nadie se había olvidado del rol de los medios en la lucha con el campo.
De la boca para afuera, obvio.
De la boca para afuera.
El músico dijo algo muy parecido a lo que esta mañana había dicho una crítica literaria reconocida en su seminario: los que leen el arte, la música, la literatura desde la categoría de autor son unos boludos. Hay que leer los movimientos. Era un pibe copado. A eso de la categoría de autor lo dijo tres o cuatro veces, en contextos diferentes. Se ve que le molestaba mucho el enfoque de las revistas culturales sobre la música.
La gente de marketing de ADN seguía obsesionada con Ñ. Es natural. La gente de Skip vive obsesionada con Ariel.
En un momento creí que el reclutamiento había sido para lectores de Ñ, pero después pensé en las preguntas filtro y me pareció que no. En realidad no sé. Siempre miento en las preguntas filtro.
La cuestión es que Ñ estaba mucho mejor posicionada que ADN. No se si es justo o no, pero fue lo que salió en el grupo. Igual, para mí, es justo.
Nos preguntaron de todo. Yo usé una táctica un poco sucia para embarrar la cancha. Lo hice de resentido.
Hay tres formas básicas de cagar un grupo.
La primera es generar un clima de joda que arruine la dinámica. Faltarle el respeto al coordinador.
Jamás haría eso. Y al que me lo hace, lo agarro afuera y lo cago a trompadas.
Una vez casi le pego a un pendejo de 17 años.
La segunda, es decir cosas tan tajantes que inhiben a los demás.
Ejemplo:
“YPF es una empresa española que saquea las reservas naturales de nuestro país, que aprovechó condiciones ventajosas para apropiarse de bienes y territorios fiscales, y que para colmo usa imágenes vinculadas a lo nacional para limpiarse, porque en Brasil directamente se llama Repsol”.
Fin del grupo.
“No sé, la verdad que dejé de comprar gel de ducha Axe. Lo que pasa es que me echaron del trabajo la semana pasada y no tengo plata para gastar en esas cosas”.
Fin del grupo.
La tercera en realidad no arruina el grupo, pero lo enrarece. Es volver a las preguntas viejas y mandar fruta.
“Me quedé pensando en eso que preguntaste antes. Es un poco abstracto. Digo, yo nunca pagaría por un suplemento cultural. Los leo en la web. Y con respecto a eso de si las disciplinas están balanceadas ahora que la miro se me ocurre que es una revista literaria con dos o tres notas de otras cosas, tipo un frankenstein”
Todos opinan y el coordinador se enquilomba. Se pierde el eje de la guía de pautas. Un poco de sadismo.
La chica no se lo merecía.
Al final, quedaron el claro unas pocas cosas. Al menos para mí.
Nadie del grupo leía los suplementos culturales enteros. Como mucho, se leía un 20% del total del contenido.
El nivel de las reseñas y de las notas en general era malo porque no se juegan por nada. No es casualidad que casi todos los que las escriben pasaron por la carrera de letras.
La idea de cultura de los suplementos es antigua y les falta humor.
Sin embargo, está claro que ADN sirvió para que Ñ mejorara.
Nadie compra un libro porque haya leído una reseña. Las reseñas también fracasan en introducir nuevos autores porque casi nadie compra más de un libro cada dos meses.
Lo mejor son las entrevistas y algunas notas. Y las perlas cultivadas.
Sólo dos personas de ocho conocíamos y estábamos contentos de que David Viñas tuviera una columna de vez en cuando en Ñ.
A veces había temas de tapa más convocantes que otros, y en esos casos, sólo en esos contadísimos casos, valía la pena tener las revistas en papel.
Ñ y ADN son muy parecidas. En general producen indiferencia. Cuando nos apretaron, más de la mitad preferimos Ñ y los otros dijeron que les daba lo mismo.
Hubo más cosas, pero me las quedo para mí.
A la salida esperaba el segundo turno. Una fila de personas de más de 40 años, con cara de cansadas. Muchas miraron la hora.
Salí apurado y crucé Alvarez Thomas con el semáforo en rojo. Casi me pisa un Fiat Palio color terracota. Creo que me putearon.
Cuando llegué a Lacroze, me tomé el 63.