Cuando el hambre de una sierra eléctrica
manejada por las manos carniceras
de una parca rubia
vino a barrenar sobre las piernas
a mordisquear las sagradas piernas
del Hombre que inventó la cocaína
Ariel Arnaldo Ortega estuvo ahí
Ese día lloré mucho
en la puerta del colegio
En el mundial 94
Ortega fue el único que no bajó los brazos
en un equipo de estrellas blandas y cagonas
embotadas por los gases tóxicos
de los gorritos visera
de Visa y Mastercard
Dijo Ortega,
tras gambetear un ejército de gurkas que se le venían encima
desde el fondo de una damajuana
con sus gambas de gurkas y sus narices respingadas
blancas, las narices,
incapaces de preveer los enganches del demonio de Ledesma
gambas gurkas de chicle estirándose, enredadas
entre las piernas de un diablo de Ledesma,
que sonreía como el azúcar quemada
por el sol que todavía se descarga sobre su espalda
que sigue dando vueltas por un ingenio abandonado
Dijo Ortega,
tras pegarle un merecido cabezazo a un gigante culoroto
que se le rió en la cara,
y cansado de que los surtidores de nafta, de que los periodistas,
de que los mentirosos que esperan el transfer para Europa
le palmearan la espalda en los vestuarios,
Ortega dijo:
“Yo no necesito a nadie que me cuide”
Después besó su camiseta de River,
la guardó en un bolso,
y se fue.
Dijo Ortega,
tras gambetear un ejército de gurkas que se le venían encima
desde el fondo de una damajuana
con sus gambas de gurkas y sus narices respingadas
blancas, las narices,
incapaces de preveer los enganches del demonio de Ledesma
gambas gurkas de chicle estirándose, enredadas
entre las piernas de un diablo de Ledesma,
que sonreía como el azúcar quemada
por el sol que todavía se descarga sobre su espalda
que sigue dando vueltas por un ingenio abandonado
Dijo Ortega,
tras pegarle un merecido cabezazo a un gigante culoroto
que se le rió en la cara,
y cansado de que los surtidores de nafta, de que los periodistas,
de que los mentirosos que esperan el transfer para Europa
le palmearan la espalda en los vestuarios,
Ortega dijo:
“Yo no necesito a nadie que me cuide”
Después besó su camiseta de River,
la guardó en un bolso,
y se fue.