Diego Rojas, de la Revista Veintitrés, escribió generosamente esta reseña sobre Pinamar, publicada hace pocos días por Editorial Interzona:
Hace tiempo que no se reunían de una manera tan virtuosa las cualidades de la política y la literatura en la novela argentina. Hernán Vanoli las combina de una manera radical y permite postular al texto como la novela de 2001, última gran crisis que atravesó esta nación. Dos relatos se combinan y brindan una narrativa que profundiza a cada página no sólo la tensión en sus protagonistas, sino que da cuenta de la tensión social que los circunda.
La primera voz es la de un diario escrito por un jóven que interpela a su hermano, que reside en el extranjero, mientras le va contando los sucesos de 2001: desde su condición de hijo de la alta burguesía, Lucio expresa un desmesurado odio de clase que introduce una violencia latente de manera casi procaz y muy efectiva. La segunda voz es la de Stany, aquel hermano al que se dirigía el diario, regresado al país diez años después para averiguar el paradero de Lucio, que se perdió en el auto junto a su mujer (los diarios aventuran que fueron abducidos). El desconcierto de un sector social privilegiado ante una crisis que también los daña encuentra formas narrativas desmesuradas. El diario de Lucio lo señala como un fino observador de su ámbito, a la que vez que conforma una trama de iniciación (o de fin de ciclo). La búsqueda de Stany se desarrolla en el país de la “normalidad” post crisis, a la vez que introduce lo siniestro, especialmente a partir de la aparición de El Oso, un personaje ligado a la delincuencia que habita el diario de Lucio. Una novela hiperpotente construida con la gramática de la violencia, eje ordenador de la literatura nacional.