Levántate y anda

viernes, 13 de febrero de 2009

Las mellizas del bardo


En un momento de la noche, bastante borracha, La Torda dijo que con Vicky somos las mellizas del bardo, y que este iba a ser nuestro viaje de egresadas. De a ratos es copada la vieja. Cuando entrábamos a Chascomús, Vicky bajó en la estación de servicio porque tenía que ir al baño y la Torda corte que me empezó a interrogar. Quería saber si estaba de novia, porque en el camino la Vicky ya le había contado toda su historia con José y yo en cambio no había soltado prenda. Y le dije la verdad. Ustedes estaban ahí, los imagino metidos en el baúl, parando la oreja. Pero yo no tengo nada que ocultar. La Torda me convidó un poco de su petaca y yo acepté. Me dijo que estuvo casada, que tuvo un hijo que ahora vive en el Norte. Que su hijo es artista, sólo eso me dijo. Artista. ¿Qué hace?, le pregunté. No importa, él cree que es arte, dijo la Torda. Lo imaginé como una especie de malabarista o un asesino serial. Un tipo que labura para la yuta. También pobre chabón, con esa madre. Y después empecé a hablarle de mí. Le solté el rollo, y a medida que hablaba era como que yo también me escuchaba a mí misma. Más que nada empecé a contarle de mi vieja y de mi viejo, al que nunca conocí pero en algún momento, cuando junte más información y ganas voy a salir a buscar aunque mamá diga que es un hippie, que es un inútil y que no vale la pena. Mi vieja la luchó siempre sola. Le conté que nunca estuve de novia. Que sí, que los pendejos me encantan, pero que todavía no encontré el indicado para tener algo serio. Que no sé si existe el indicado. A eso no se lo dije, obviamente. La Torda es de las que se ríen en la cara si les decís eso. Así que le hable del tipo de machitos que me gustan. Le dije que me gustan los raros, los rebeldes del grupo, los que parece que escuchan la misma música que todos pero algo en el fondo de su cabeza se las devuelve loopeada con otra onda, distorsionada. Si son altos y medio chetos mejor. Los enanos no me caben mucho. Me gustan los tipos que los ves en cualquier lado y sabés que no la están pasando bien, pero que en un punto les gusta no estar cómodos en ningún lugar, que se hicieron una especie de historia alrededor de eso y en circunstancias comunes no sabrían cómo comportarse. Le conté que una vuelta salí con el que me hizo el primer tatuaje. El de la flor con los colores de Boca que tengo en la ingle desde los dieciséis. El flaco me prometió llevarme a Cataratas a comprar pieles para vender, pero se fue sólo y me dejó llorando casi una semana, sin fuerza para salir de casa ni para ir al colegio. Fue el único al que le permití hacerme eso, y una vez hace un par de años me pareció verlo en la cancha de Colón, el cementerio de los elefantes. En realidad no estoy segura de si era él, no le gustaba el fútbol. Andaba con una mina, y no me reconoció o no quiso reconocerme.