1 – Escribo desde La Paternal, que –según Clarín- pertenece a la única Comuna donde Solanas derrotó al macrismo realmente existente. El dato no me enorgullece. Escribo sin estupor, atragantado de análisis políticos llenos de prudencia y de desazón, de melancolía, de revanchismo y de sorna a medio cocinar.
2 – Los que con un alto grado de infantilismo puteaban a Solanas antes de la elección ahora reculan; festejan los radicales devenidos pinistas a última hora. Que así sea: los felicito. Los medidos –Cristinistas- prolongando la lógica que condujo a la derrota, intentan convencerse de que no es tan grave lo que pasó. Y quizás no lo sea desde una lógica administrativa o de “gobernabilidad”. Sin embargo, hay que decirlo con todas las letras: la elección de ayer viene a cerrar un ciclo que se abre con la negativa de Kirchner a ir por una reelección, y confirma el terrible fracaso de Cristina y del kirchnerismo todo -al que revindico como el mejor gobierno que viví- a la hora de erigir una corriente de sentido social sobre el sentido la cosa pública. Un fracaso netamente político.
3 – A esta altura hay que darles la razón a los que, desde 2003, acusaban al gobierno de un setentismo acérrimo. El kirchnerismo pensó a la seducción política con una extraña amalgama entre el voluntarismo de las organizaciones armadas y el Clintonismo. Cristina como una caricatura de la Hillary eficiente. Y gestionadora. La abogada que, en el plano imaginario, realizó una inversión exacta la alianza inédita que sostuvo materialmente al noventismo, renegando de sus elementos indudablemente aprovechables.
4 - ¿Se acuerdan de Bill? “Es la economía, estúpido”, solía repetir mi viejo. Al voluntarismo de la acción armada se lo reemplazó por el voluntarismo de mercado. La operación es simétrica: creer que la hegemonía se construye a través de un vector madre donde las estrategias de seducción de masas quedan reducidas a una prédica a los conversos y a una falsa polarización –el famoso “retorno de la política”- que encubre no sólo el desconocimiento, sino el desprecio y la descalificación por la estructura sentimental de la “clase media”, abstracción ideal madre de la derrota material. Sarlo fue la verdadera intelectual orgánica del kirchnerismo, por más que la carta abierta estuviese firmada por otras manos. Basta de pelotudeces y de Walter Benjamin, por favor. Basta de filosofía política. Acá hay que volver a GINO GERMANI, dándonos una vueltita por Tarde y por Le Bon.
5 - En base a sus miserias comunicativas, el kirchnerismo permitió la conformación de un empate hegemónico entre progresismo y centroderecha que en 2001 estaba francamente del lado del primero. El intento de subsumir las posibles demandas del progresismo bajo el nuevo sentido común de que no vuelvan los noventas fue, entonces, una victoria pírrica. Victoria porque hasta los candidatos de los patrones y la gestión limpia tienen que desdecirse y apoyar, encuestas y resultados de focus groups en mano, la educación pública, la estatización de las empresas, la redistribución del ingreso, etc. Pírrica porque la incipiente articulación entre el viejo sindicalismo, los escombros de ciertos movimientos sociales, los politólogos con blog e importantes zonas del aparato justicialista careció de un cemento discursivo capaz no sólo de revindicar los muchos logros del gobierno –el “nosotros hacemos” fue francamente defensivo y llegó al absurdo cuando una semana antes de la elección se invitaba a las pymes a “blanquear su personal”- sino de articular nuevas demandas. Un ejemplo entre miles: no hubo un solo comunicado claro del gobierno estableciendo las pautas de la nueva ley de radiodifusión. La elección de De Narváez como adversario político fue tan estúpida como la entrega de la Ciudad de Buenos Aires al macrismo en el casi único momento histórico en que el peronismo pudo haberse impuesto en la Ciudad.
6 – Esto no implica decir que Durán Barba y Agulla ganaron la elección. No, eso nunca. Eso sería desconocer los mecanismos de la política. Igual que decir que en todo esto Duhalde no tuvo nada que ver, o hacerse el otario con el asunto por conveniencia. Cuando leo algunos diarios oficialistas me lloran los ojos. Entre la idea de comparar a De Narváez con la “derecha berlusconiana que avanza a nivel continental” y la condena de novia despechada al campo me parece que se perdió un poquito de autocrítica. ¿Cómo decía el tema ese de los babas? “Empezá por aceptar tu maldad…” El kirchnerismo nunca supo a quién hablarle y feneció hablando en el vacío. Los medios afines fueron, uno a uno, convirtiéndose en el purgatorio de la derrota cultural, diría Volquer un poco amargado. El proyecto cultural del kirchnerismo a veces se pareció al remix entre un tema de Silvio Rodríguez y una mala novela que Juan Forn nunca se animó a publicar; otras, a un número de la revista Confines escrita con poco tiempo y nula imaginación desde el despacho polvoriento de una cátedra feudo de la UBA, antes de ir a buscar un cheque en Canal Encuentro. Fue un movimiento sin movimiento, y, lo que es peor, sin mística a futuro, apenas salpicado por los elementos más nostálgicos de una mitología nacanpop de tintes trágicos, francamente arcaica que sin embargo igual se guardaba debajo de la alfombra. En 2003, hablé en Sociales con uno de los fundadores del Grupo Calafate. Le dije que me parecía que era el momento de ir por el campo de una vez por todas y me dijo que no, que la derecha estaba al acecho. Una carencia fomentada por un temor atávico –setentista- que se reconstruyó casi como una profecía autocumplida.
7 – Sinceramente, no creo que Macri vaya a ser presidente en 2011. Por eso me parece absolutamente regresiva la idea de cerrar filas al interior del peronismo con miras a la próxima elección. La pregunta es quién va a llegar a la segunda vuelta con Mauricio. Hay que trabajar para un peronismo transversal, con las conquistas del kirchnerismo pero sin sus limitaciones. O sea, un movimiento populista y tecnologizado. Hay que aprender de Pino, hay que aprender de De Narváez y no condenar moralmente a sus votantes o tratarlos de imbéciles en un típico gesto gorila. A mi juicio, Scioli y el mito de su “imagen positiva” en el Conurbano quedan afuera de este planteo. Ni que hablar Reutemann y Duhalde. Y cuando digo transversal digo programáticamente transversal, no sólo políticamente. Quizás, el primer paso sea empezar a pensar a quién se le va a hablar y desde donde. Porque si hay algo que esta última elección nos enseñó a nosotros, y desgraciadamente al bueno de Néstor, es que con la economía sola no alcanza. El menemismo fue una formación discursiva antes que un plan económico; una formación discursiva que desbordó, semantizó y trasciende a un modelo de acumulación. De la que todavía queda mucho por aprender y poco por denunciar. El kirchnerismo fue una política económica con una formación discursiva que tras las primeras e inolvidables conquistas en materia de derechos humanos se adueñó de los elementos más regresivos de 2001 -que no vuelva el neoliberalismo- pero no supo activar los más interesantes. Las madres no fueron infiltradas por el kirchnerismo; el kirchnerismo fue infiltrado por las madres. La lectura menemista de los setentas que circula con fuerza en el campo literario clausuró este ciclo aún antes de las elecciones. Materialización de la derrota; nuevamente, derrota del setentismo.
2 – Los que con un alto grado de infantilismo puteaban a Solanas antes de la elección ahora reculan; festejan los radicales devenidos pinistas a última hora. Que así sea: los felicito. Los medidos –Cristinistas- prolongando la lógica que condujo a la derrota, intentan convencerse de que no es tan grave lo que pasó. Y quizás no lo sea desde una lógica administrativa o de “gobernabilidad”. Sin embargo, hay que decirlo con todas las letras: la elección de ayer viene a cerrar un ciclo que se abre con la negativa de Kirchner a ir por una reelección, y confirma el terrible fracaso de Cristina y del kirchnerismo todo -al que revindico como el mejor gobierno que viví- a la hora de erigir una corriente de sentido social sobre el sentido la cosa pública. Un fracaso netamente político.
3 – A esta altura hay que darles la razón a los que, desde 2003, acusaban al gobierno de un setentismo acérrimo. El kirchnerismo pensó a la seducción política con una extraña amalgama entre el voluntarismo de las organizaciones armadas y el Clintonismo. Cristina como una caricatura de la Hillary eficiente. Y gestionadora. La abogada que, en el plano imaginario, realizó una inversión exacta la alianza inédita que sostuvo materialmente al noventismo, renegando de sus elementos indudablemente aprovechables.
4 - ¿Se acuerdan de Bill? “Es la economía, estúpido”, solía repetir mi viejo. Al voluntarismo de la acción armada se lo reemplazó por el voluntarismo de mercado. La operación es simétrica: creer que la hegemonía se construye a través de un vector madre donde las estrategias de seducción de masas quedan reducidas a una prédica a los conversos y a una falsa polarización –el famoso “retorno de la política”- que encubre no sólo el desconocimiento, sino el desprecio y la descalificación por la estructura sentimental de la “clase media”, abstracción ideal madre de la derrota material. Sarlo fue la verdadera intelectual orgánica del kirchnerismo, por más que la carta abierta estuviese firmada por otras manos. Basta de pelotudeces y de Walter Benjamin, por favor. Basta de filosofía política. Acá hay que volver a GINO GERMANI, dándonos una vueltita por Tarde y por Le Bon.
5 - En base a sus miserias comunicativas, el kirchnerismo permitió la conformación de un empate hegemónico entre progresismo y centroderecha que en 2001 estaba francamente del lado del primero. El intento de subsumir las posibles demandas del progresismo bajo el nuevo sentido común de que no vuelvan los noventas fue, entonces, una victoria pírrica. Victoria porque hasta los candidatos de los patrones y la gestión limpia tienen que desdecirse y apoyar, encuestas y resultados de focus groups en mano, la educación pública, la estatización de las empresas, la redistribución del ingreso, etc. Pírrica porque la incipiente articulación entre el viejo sindicalismo, los escombros de ciertos movimientos sociales, los politólogos con blog e importantes zonas del aparato justicialista careció de un cemento discursivo capaz no sólo de revindicar los muchos logros del gobierno –el “nosotros hacemos” fue francamente defensivo y llegó al absurdo cuando una semana antes de la elección se invitaba a las pymes a “blanquear su personal”- sino de articular nuevas demandas. Un ejemplo entre miles: no hubo un solo comunicado claro del gobierno estableciendo las pautas de la nueva ley de radiodifusión. La elección de De Narváez como adversario político fue tan estúpida como la entrega de la Ciudad de Buenos Aires al macrismo en el casi único momento histórico en que el peronismo pudo haberse impuesto en la Ciudad.
6 – Esto no implica decir que Durán Barba y Agulla ganaron la elección. No, eso nunca. Eso sería desconocer los mecanismos de la política. Igual que decir que en todo esto Duhalde no tuvo nada que ver, o hacerse el otario con el asunto por conveniencia. Cuando leo algunos diarios oficialistas me lloran los ojos. Entre la idea de comparar a De Narváez con la “derecha berlusconiana que avanza a nivel continental” y la condena de novia despechada al campo me parece que se perdió un poquito de autocrítica. ¿Cómo decía el tema ese de los babas? “Empezá por aceptar tu maldad…” El kirchnerismo nunca supo a quién hablarle y feneció hablando en el vacío. Los medios afines fueron, uno a uno, convirtiéndose en el purgatorio de la derrota cultural, diría Volquer un poco amargado. El proyecto cultural del kirchnerismo a veces se pareció al remix entre un tema de Silvio Rodríguez y una mala novela que Juan Forn nunca se animó a publicar; otras, a un número de la revista Confines escrita con poco tiempo y nula imaginación desde el despacho polvoriento de una cátedra feudo de la UBA, antes de ir a buscar un cheque en Canal Encuentro. Fue un movimiento sin movimiento, y, lo que es peor, sin mística a futuro, apenas salpicado por los elementos más nostálgicos de una mitología nacanpop de tintes trágicos, francamente arcaica que sin embargo igual se guardaba debajo de la alfombra. En 2003, hablé en Sociales con uno de los fundadores del Grupo Calafate. Le dije que me parecía que era el momento de ir por el campo de una vez por todas y me dijo que no, que la derecha estaba al acecho. Una carencia fomentada por un temor atávico –setentista- que se reconstruyó casi como una profecía autocumplida.
7 – Sinceramente, no creo que Macri vaya a ser presidente en 2011. Por eso me parece absolutamente regresiva la idea de cerrar filas al interior del peronismo con miras a la próxima elección. La pregunta es quién va a llegar a la segunda vuelta con Mauricio. Hay que trabajar para un peronismo transversal, con las conquistas del kirchnerismo pero sin sus limitaciones. O sea, un movimiento populista y tecnologizado. Hay que aprender de Pino, hay que aprender de De Narváez y no condenar moralmente a sus votantes o tratarlos de imbéciles en un típico gesto gorila. A mi juicio, Scioli y el mito de su “imagen positiva” en el Conurbano quedan afuera de este planteo. Ni que hablar Reutemann y Duhalde. Y cuando digo transversal digo programáticamente transversal, no sólo políticamente. Quizás, el primer paso sea empezar a pensar a quién se le va a hablar y desde donde. Porque si hay algo que esta última elección nos enseñó a nosotros, y desgraciadamente al bueno de Néstor, es que con la economía sola no alcanza. El menemismo fue una formación discursiva antes que un plan económico; una formación discursiva que desbordó, semantizó y trasciende a un modelo de acumulación. De la que todavía queda mucho por aprender y poco por denunciar. El kirchnerismo fue una política económica con una formación discursiva que tras las primeras e inolvidables conquistas en materia de derechos humanos se adueñó de los elementos más regresivos de 2001 -que no vuelva el neoliberalismo- pero no supo activar los más interesantes. Las madres no fueron infiltradas por el kirchnerismo; el kirchnerismo fue infiltrado por las madres. La lectura menemista de los setentas que circula con fuerza en el campo literario clausuró este ciclo aún antes de las elecciones. Materialización de la derrota; nuevamente, derrota del setentismo.