Hace un tiempo estuve en Venezuela. Nadie usaba camisetas de fútbol. En Villa Gesell, el Caballito de la Costa Atlántica, la gente de las provincias sí que usaba camisetas. De Central, de Newell’s, de Godoy Cruz. La gente de Capital usaba menos camisetas de fútbol, salvo los niños, que también las usaban para ir a comer afuera. Las camisetas de fútbol son la ropa de fiesta de los niños. En Venezuela algunos billetes tenían delfines. Había muchas motos y había pánico a los motochorros, aunque no les decían así. Les decían de otra manera. En Villa Gesell había muchos negocios, todos sueltos en la avenida tres que es la principal, uno al lado del otro. Vos no estabas conmigo en Venezuela. Ahí los empresarios tenían miedo de que el gobierno se hiciera partícipe en las ganancias de sus empresas. En Villa Gesell los empresarios no tenían ese miedo. En Caracas los negocios estaban todos juntos pero en shoppings. Me acuerdo de un shopping de Quito que se llamaba Quicentro, y de otro que se llamaba El Rodeo. En El Rodeo no había ropa de marca entonces la persona que estaba conmigo quiso volver a Quicentro que sí había ropa de marca. A todos en Venezuela también les gustaban los shoppings. Y el béisbol. O por lo menos a todos los que conocí. En Villa Gesell hay un café que se llama Cachavacha. Es un café muy antiguo de Villa Gesell pero para mí fue trasplantado desde Caballito. Antes Villa Gesell era diferente. Era más parecido a Liniers que a Caballito pero todas las cosas cambian y Villa Gesell también cambió. Ahora se parece a Caballito pero más federal. Venezuela era un país capitalista y cambió. Más o menos. Nadie entendía bien eso del socialismo del siglo XXI en Venezuela. Me contaron que nuestra presidenta le preguntó al presidente de Venezuela como era el socialismo del siglo XXI y cuando el presidente de Venezuela le explicó como era ella se empezó a reir. Se largó a reir.
Nadie juega al béisbol en Villa Gesell. Caracas está iluminada por lamparitas cubanas de bajo consumo. En Caracas hubo atentados a la embajada de Cuba. Hubo gente que se trepó a los techos y de ahí saltó a los pilotes de cemento y cortó los tirantes para que los cubanos de la embajada no tuviesen más electricidad. A esto me lo contó un taxista. Otro taxista me contó que el hermano de Chávez era un patasucia y ahora es millonario. En Venezuela todos hablaban de Chávez y en Villa Gesell nadie hablaba de Chávez. La persona que estaba conmigo dijo que Chávez era una estrella de rock. En Quito sí hablaban de Chávez, más que en Villa Gesell. Hablaban del socialismo del siglo XXI. Un chico caraqueño me dijo que todo estaba muy caro así que ahora iba a ir a comprarse ropa a Miami. O por Internet. En Venezuela había edificios que antes pertenecían a empresas como Procter & Gamble me parece y ahora tenían un cartel que decía PATRIA O MUERTE VENCEREMOS. También había helicópteros rusos. Muchos. Todos en fila, en el medio de la ciudad. Con unas aspas enormes, varados en un aeropuerto que antes era un aeropuerto privado. Eran unos helicópteros hermosos. Parecían morsas rusas.
En Villa Gesell abrieron un McDonalds. Le dije a mi hermano que ese McDonalds era un monumento al triunfo cultural de la democracia de mercado en las mentes del progresismo blanco y mi hermano me dio la razón. La gente miraba como se construía el Mcdonalds y era el espectáculo mejor rankeado de la avenida tres. Mi hermano me explicó que casi todos los McDonalds vienen prefabricados como la comida que venden y esa simetría me resultó agradable. Vos antes ibas a McDonalds pero ahora no vas mas. No se trata de una cuestión estética sino más bien geográfica y un poco ideológica. Pero no tanto. La ideología es un mar sin espuma. Redondo como un culo en bikini. En Venezuela yo trabajaba en una oficina que también era un depósito de impresoras y mientras trabajaba y transpiraba pensaba que todo eso era una metáfora de mi vida. Eran impresoras con tóner y estaban quemadas o algo así. Eran las mismas impresoras que había en la oficina donde yo trabajaba mientras cursaba mis estudios. Pero muchas más y todas apiladas. Vos sí que estabas en Villa Gesell y a la vuelta en algún momento nos tratamos con brutalidad. Más que nada yo que cuando me pongo de la gorra siento que una mecha de taladro me pasa entre los ojos y las orejas, longitudinalmente. Después nos hicimos promesas y tomamos vino. También tomamos Fernet. Y más vino. En Caracas no estabas y en Villa Gesell sí. Te hice un chiste y no se si te gustó porque no escuché tu respuesta. Mejor. No me gusta pelearme en la calle si es de noche. Una vez con mis amigos estábamos borrachos y nos tiramos botellas de cerveza en la calle y un vecino salió de la ventana a quejarse por el ruido. Me dio vergüenza porque no se quejaba del ruido de las botellas sino de nuestras discusiones. Después vino un patrullero pero no nos hizo nada. Eso fue hace dos años creo.
En Quito casi choco con el auto. No iba a ser la primera vez que me pasaba pero esta vez no manejaba yo. Manejaba una mujer muy graciosa que nos daba gracia como hablaba. Era una mujer valiente. Tenía sus hijos en Estados Unidos y también se compraba la ropa en Miami. Es mucho más barata. Según la persona que estaba conmigo esa mujer hablaba mal porque interponía palabras indias y palabras en inglés en su discurso. Me hubiera gustado que esa mujer fuese mi tía abuela pero no era. Cuando nos despedimos nos dimos un abrazo. Fue un buen abrazo. Hubiera estado bueno dejarle algún moretón pero no pude. En el cuello. En vez de un moretón le devolví un celular y ella se fue en su auto por la autopista hasta el fin de la montaña. Caracas también está rodeada de montañas. En el depósito de impresoras láser y oficina donde yo trabajaba había dos televisores encendidos todo el tiempo. Uno tenía un canal venezolano y otro tenía un canal argentino. A veces yo estaba con la vista fija en mi computadora y se mezclaban las voces y si para colmo hacía videoconferencia era un lío. Entonces salía a fumar un cigarrillo y pensaba en vos de una manera leve como esas nubes que le pasaban la franela a la autopista. Hablé con una mujer con dos chicos chiquitos que había sido secuestrada. También hablé con una mujer que lloraba cuando iba a el supermercado y la imagen me resulto súper poética. Nunca vi a nadie llorar en un supermercado. La persona que estaba conmigo también flasheó con esa mujer del llanto. Era muy histriónica. La madre secuestrada era disc jockey. Entramos en su myspace y hacía música con sonido de películas porno. Después me olvidé su dirección. En la tele estaban Chávez y Biolcatti que es un empresario rural de mi país. Me hubiera gustado hacer música con sus voces y con una película porno pero tenía mucho trabajo. En Villa Gesell dormíamos juntos pero a diferente altura y era como dormir solos pero custodiados el uno por el otro. Leíamos mucho. A mí no me gustaba nada de lo que leía y a vos no te gustaba que a mí no me gustara nada. Entonces yo me iba a correr por la orilla y vos me retabas porque había mucho sol y también porque no me gustaba lo que leía. Para evitar el conflicto yo te decía que algo me había gustado pero era mentira. Hasta que leí algo que me gustaba donde había un chabón que estaba enamorado de una vecina pero no podía evitar hacerla sufrir por tímido y además su hermana era re trola y también le gustaba un poco y a mí también me gustaba su hermana más que nada el hecho de que fuera una mujer fuerte que soportaba los golpes de su concubino y le daba plata. Pero después lo abandonó.
En Quito un argentino me dijo que Brasil estaba muy bien y yo le dije que Brasil era una mierda. El argentino me despreció aunque ahora no estoy muy seguro de lo que le dije. Yo estaba borracho y él era un infeliz. Lo de Brasil lo dije porque estaba de mal humor pero es bastante verdad. Estaba de mal humor porque había perdido en la ruleta y en el blackjack. Había empezado ganando muchos dólares y después lo perdí todo y la moza (o quizás debería decir la camarera) ya no me traía más destornilladores ni me regalaba cigarrillos. Después jugué a las tragamonedas pero son mucho más complejas de lo que parecen así que me fui a dormir. La persona que estaba conmigo estaba enferma. Al otro día en una pantalla Chávez abrazaba a su hija. En la otra pantalla, un periodista argentino de corbata velaba por la vida de Sandro. Salí a fumar a la terracita y recé por Sandro. Recé un ángel de la guarda mirando una cruz enorme encendida de bombitas cubanas de bajo consumo que había en la punta de una montaña pero ahora que lo pienso no se si rezar el ángel de la guarda sirve para otra persona. Ignoro la naturaleza de la división del trabajo entre ángeles de la guarda. Vos estabas en la computadora pero no andaba bien la conexión. En Venezuela todos tenían Blackberries y yo quise comprarme una pero al final no me la compré. Una mujer me contó que hacía joyas de cobre cubiertas en plata. Estaba gorda pero hablaba lindo, parecido a los jugadores de fútbol. Hace poco había aprendido a incrustar piedras y me mostró unos collares muy extraños. Me gustaban pero yo tenía una sensación fea porque habíamos estado hablando del desabastecimiento y ella quería matar al presidente. Entonces no le compré. Además yo ahorraba para una Blackberry que tampoco me compré. Me gustaría tener una Blackberry y hablar como un venezolano. Me gustaría ser jugador de fútbol. Me gustaría alguna vez matar un presidente.
Aruba queda cerca de Caracas y yo quería estar con vos pero me dio miedo de que a vos te dieran ganas de ir a Aruba. Aruba me hace pensar en el Cholo Simeone y después la ventanita Cholo se minimiza y sólo queda una remera de algodón barato que dice Aruba y me da mucho calor pero me siento obligado a usar porque dice Aruba. También me hace pensar en la agencia de recaudación estatal. Yo tenía una libretita roja donde anotaba todo pero cuando pensaba en vos a eso no lo anotaba. En Quito robé cosas y ahora me arrepiento. Eran cosas, libros para regalarte pero me los olvidé en un avión. Igual no eran muy buenos eran solamente caros y creo que los robé por eso. También robe una cajita de maquillaje pero después vos me dijiste que el maquillaje podía ser tóxico y me acordé de una novela de Paulo Coelho donde también decía algo así. En Villa Gesell nunca robé nada. No me gusta robar en vacaciones y además una vez me robaron a mí en Villa Gesell. A mano armada y fue muy feo en el momento, ahora no tanto y ni siquiera estoy seguro de que el hippie-chorro tuviera un arma. Pero yo era chico y tuve miedo, bastante. En lo personal prefiero robar durante el ciclo lectivo y creo que todos deberían robar. Alguna cosita pero un poco más coordinadamente, además Facebook ayuda. Siento que abrirme un Facebook y mostrar civilizadamente lo que robo durante el ciclo lectivo me haría sentir menos brutal. Aunque tu intención no fue elogiosa brutal es una palabra que me gusta porque la dijiste vos. A mí jamás se me hubiera ocurrido.