Levántate y anda

martes, 9 de septiembre de 2008

Immanuel Kant, o el yomanguismo avant la lettre



Hace unos años, en Villa Gesell, con unos amigos fuimos al supermercado a comprar elementos para un asado nocturno en el quincho del edificio. Era una tarde apenas ventosa y todavía teníamos ganas de quedarnos en la playa, pero igual fuimos a hacer las compras porque el ritual empezaba desde ahí: pelearnos en las góndolas de bebidas, hacer la fila, dejar el changuito tirado por la calle, comernos algo mientras comprábamos, si se podía llevarnos un queso entre la ropa para picar mientras se preparaba el fuego.
Eramos una especie de nube de langostas en miniatura, todas bastante grandes en realidad, sedientas de fernet.
Ese verano todo parecía ser lo último.
Teníamos miedo de que la adultez o lo que mierda fuese nos pasara por encima como un Scania en el medio de la ruta de la muerte donde volqué hace apenas unos meses.
Después del asado, íbamos a jugar al truco. O al póker.
Y después, si daba. íbamos a salir.
La cuestión es que la chica de la caja se olvidó de cobrarnos. Eran más de cien pesos en mercadería.
Ahí empezó la pulseada ética. Y como en toda disputa que se precie, se armaron dos bandos.
El ala kantiano-conservadora, con un porro entre los labios, opinaba que había que ir y pagar. Sus argumentos iban desde la culpa liberal-cristiana hasta la corrida por izquierda con que a la pobre chica se lo iban a descontar del sueldo.
El ala rapiñero-nietzscheana, con un porro entre los labios, señalaba que no, que la pérdida era de ese supermercado de mierda que sobrevivía gracias a la especulación financiera y a la extorsión y la estafa a los pequeños proveedores, y que si el sindicato de la cajera no podía defenderla de esa equivocación se jodieran por burócratas y por ineptos.
Cuando se terminó el cannabis, ganó el ala kantiana. Fueron a pagar. El resto nos quedamos haciendo el fuego.
Comimos todos juntos, tomamos mucho alcohol. Y la discusión ética, como toda discusión ética que se precie, devino chicana.
Robar libros no es más legítimo que robar comida. Sin embargo, el mito dice que no pueden meterte preso por robar un libro.
Robar libros es más fácil que robar comida. Hay muchas técnicas. Con googlear Yomango – El libro rojo de Mao salen unas cuantas.
No digo que esté bien ni que esté mal.
Pero salir a condenarlo siempre me pareció una actitud buchona.
Igual que decirle a tu pibe que las cosas están bien porque están bien o están mal porque están mal.
Igual que robar sin mirar a quién le robás.