Levántate y anda

domingo, 7 de septiembre de 2008

RIQUELME


Nadie lo sabe,
pero Riquelme
sufre terribles dolores de cabeza
Riquelme es un genio que padece su destino de genio
y ese dolor, que es como el llanto de sus 14 hermanos amplificado
loopeado,
desparramado como el sonido de una turbina herida
en el corazón de una represa que arrastra el barro de la historia
es imposible de callar

La cabeza de Riquelme es una jaula de mascotas
una jaula de plástico con una reja de metal con muescas de óxido del conourbano
de Don Torcuato
de la villa que hay a la entrada a Don Torcuato
y ahí adentro
hay tres murciélagos rabiosos que se pegan dentelladas
y los dientes en la carne, y el chasquido de la espuma de la rabia
relampaguean en la mente de Riquelme
y le bajan
desde la punta de los dientes
hasta la raya del culo
en cortocircuito

Su único analgésico es la cumbia
cumbia explosiva y romántica,
cumbia de conchitas transpiradas,
zigzagueantes como los amagues de Riquelme
la cumbia que se escucha cuando no queda nadie
cumbia triste y explosiva, que baja por los auriculares
en cualquier vestuario,
en los micros o en las concentraciones
cumbia para no escuchar las palabras de un ingeniero careta
y para colmo chileno
cumbia para amasar la cabeza de un ingeniero chileno
debajo de la suela,
al ritmo de la cumbia,
para dormirlo bien y que cierre los ojos,
y que sueñe,
y no ver esos ojos de murciélago chileno

¿Cómo querés que Riquelme
que tiene 14 hermanos
que fracasó en Barcelona porque es lento
y porque no se banca una ciudad sensible
una ciudad donde la guita se aspira el barro seco de la historia
donde los tipos se creen parte de una raza mística
cuando ni siquiera les da para ser vascos
cómo mierda querés que Riquelme
aguante las boludeces de un pendejo malcriado
hijo único,
que juega a la playstation todo el día
y corre a cien kilómetros por hora?

No me importa si Riquelme
tiene o no tiene que jugar
en la selección
Quiero verlo patear un tiro libre
que acomode la pelota y su cara ancha,
su cara pecosa con las marcas de una masacre paraguaya
acomode la pelota vomitando uno de esos garzos
filosos y chiquitos como astillas de vidrio
y después le pegue
con poca carrera
que la pelota vuele por el cielo y Riquelme festeje su corrida torpe,
tambaleante,
las manos en las orejas y la sonrisa turbia por el ruido
de los miles de murciélagos

Quiero que la hinchada abra la boca para tragarse
los cientos de millones de murciélagos que salen
de sus orejas