Levántate y anda

martes, 3 de noviembre de 2009

Los escritores que amo

Ayer fui a misa, José Luis, fui a la iglesia que hay sobre Libertador a cumplir lo que había prometido, fui a misa porque papá me juró que estábamos definitivamente a salvo y yo soy una persona de palabra, papá juró que los ahorros de mi familia estaban a salvo, que los dólares de mi familia estaban a salvo y que todo estaba bajo control, todo, entonces fui a misa a agradecer, a dar las gracias por el fin de la pesadilla, a rezar un padrenuestro, tres avemarías, a cumplir mi palabra, José Luis, creo en Dios Padre Todopoderoso pero antes que nada en Jesús, José Luis, creo en las enseñanzas de Jesús, Jesús fue el primer anarquista de la historia, el primero, creo en la resurrección de la carne, José Luis, en el Juicio Final, mi nariz rota vendada que vende sensualidad brutal cree en la inmaculada concepción, creo, José Luis, en la confesión de los pecados, y por eso hice la fila, José Luis, esperé casi media hora en la fila, mientras escuchaba la misa, para confesarme, para confesarle a Dios y a la Iglesia que no tuve otro remedio que traicionar a Felipe, para pedir perdón porque a veces hay que elegir, a veces tenemos que elegir y yo elegí fallarle a mi amigo Felipe, y necesitaba confesarlo. Los cínicos que no creen son unos infelices, José Luis, a esto lo escribo sin ánimo de ofenderte, pero son unos infelices absolutos, los que atacan a la Iglesia me dan asco, José Luis, los progresistas que escriben en internet porque a nadie le interesa escucharlos me producen un genuino rechazo, los que escriben o ironizan contra la Iglesia son unos reverendos hijos de puta, José Luis, eso es lo que yo creo, y también creo en la resurrección de la carne. Creo que la Iglesia es necesaria, que la Iglesia es cada vez más necesaria para la vida en sociedad, que por más corrupta que sea la Iglesia merece existir, lo merece, es necesario que la Iglesia exista porque lo que viene después es un desastre, José Luis, un verdadero desastre, lo que viene después son otros violadores de menores mucho más perversos que los curas, unos violadores de menores sin penitencia, sin culpa, en una sociedad sin culpa ni siquiera es posible el anarquismo, ni siquiera eso, José Luis, la Santa Iglesia es mucho mejor que el indigenismo retrógrado y que el izquierdismo de los desertores académicos y que tu vomitivo psicoanálisis, con perdón por la palabra. Creo que la culpa es imprescindible, la purificación y la culpa administradas por la Iglesia Católica, en una sociedad anarquista, por supuesto, y fue así que hice la fila para confesarme, quizás no estés de acuerdo, José Luis, pero hay muchas clases sociales que no están preparadas para el psicoanálisis lacaniano, muchos individuos que no serían fácilmente afectados por el psicoanálisis lacaniano que heredaste de tus padres, gente ignorante que no funciona en el registro del psicoanálisis, no funciona, y sí que funciona en el de la administración de la culpa, manejada por la Santa Iglesia Católica. Leía el libro de Santucho en la fila para confesarme, José Luis, un libro muy maduro, muy sutil, un libro bien documentado y extraordinario, porque Santucho fue un verdadero líder, de eso no hay dudas, para que este país empiece a cambiar hay que reunir a los líderes de los negocios y la industria, a los líderes de la política y convencerlos de que lo mejor de todo es el anarquismo corporativista tutelado por el ejército norteamericano, explicarles eso, después de haber encerrado a todos los intelectuales de izquierda en un campo de concentración. Santucho fue alguien mucho más importante que ese borrachín pelilargo traidor a la patria que se fue a tomar ron y a fumar habanos a la selva apellidado Guevara Lynch, José Luis, Santucho tenía ideas equivocadas pero de todas formas es un ejemplo para la juventud, un verdadero ejemplo, eso es lo que pienso, un ejemplo para la juventud, y sentí una ira terrible al leer en el libro las contestaciones sardónicas del patético escritor Gombrowicz, casi estallo de furia, sentí un mazazo en mi nariz ya rota y llena de sangre y de escombros cuando leí las contestaciones de las cartas de Gombrowicz a Santucho, una ira descomunal, que alguien tan insignificante como un escritor polaco le conteste a Santucho de esa manera me produjo un inmediato deseo de quemar todos los libros de Gombrowicz que mi hermano Stany tiene en la biblioteca de nuestra casa, quemarlos a todos, pero nunca haría eso, y no porque esté en contra de quemar libros, sino porque a fin de cuentas Gombrowicz es inofensivo, intrascendente e inofensivo como todos los escritores que amo.